jueves, 9 de septiembre de 2010

Machín Patán: La propuesta (y4)

-...es que si me pongo un preservativo, se me cae la erección.  

-¿Viagra?

-¿ESTAS LOCA?

-¿Qué tiene de malo?

-¿COMO QUE TIENE DE MALO? ¿COMO VIAGRA?

-No quiero atentar contra tu hombría, pero hace sentido.

-¿Y QUE HAGO CON UNA ERECCION POR HORAS? ¿LLEGO A MI CASA ASI?

-Jajajajaja.

-…

-Bueno pues te tomas la mitad.

-¿Y TU COMO SABES?

-¿Porqué no le preguntas a un amigo?

-¿COMO LE VOY A PREGUNTAR A UN AMIGO? ¡ESAS COSAS NO SE CONSULTAN CON LOS AMIGOS!

-…

-¿Y TU PORQUE NO TE QUITAS LA MATRIZ?

-… 

¿Porqué no te tumbo esa sonrisita pendeja de una patada en el culo?


En la mesa de al lado, un mesero es testigo del espéctaculo; No le veo la cara pero me imagino que está por explotar de risa; Yo ya no tengo ganas de reirme, la verdad. Creo que las cosas no están saliendo de acuerdo a lo planeado. O algo estuvo mal desde la concepción del plan. Es decir, yo no creo que las mujeres vayan proponiendo sexo tan campantes por la vida, como si se tratase de un negocio, o con el tono de macho con que se discute la alineación de un partido de Fut.
Mal, mal, mal.

No sé como terminé cediendo, irritada. Está dispuesto a mostrarme sus últimos análisis clínicos en aras de mi tranquilidad. A mi la idea del Viagra me sigue pareciendo buena. Nadie me asegura que no sea un eyaculador precoz .¡Ja! Supongo que esto lo pienso maliciosa porque me encabrona no salirme con la mia. Pero lo que me  molestaría sobremanera, sería bajarme de esta negociación sin nada entre las manos. Lo miro a los ojos y resuelta declaro:

-Ok. Tenemos dos fechas posibles: este viernes o dentro de 14 días. De acuerdo a mi ciclo menstrual. El balón está de tu lado. ¿Nos vamos?


***


En el último semáforo, antes de tomar las dos callecitas enredadas que desembocan en mi oficina, pienso de nuevo en esta reunión particular.

Verlo temblar, como una gelatina, fue grande.
La sonrisa bobalicona que le iluminaba los ojos me hizo desear tocarlo.
La discusión acalorada del Viagra, no nos llevó a ninguna parte.
Su peor momento Patán: “¿Y yo voy a pagar todo?” Me dieron ganas de tumbarle los dientes.
La mejor parte de la tarde: mis manos ensortijadas en sus rizos y su lengua en mi boca.

Me revuelvo inquieta; el balón está de su lado. Y no sé cuánto voy a tener que esperar para que lo ponga en circulación de nuevo. Mierda.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Machín Patán: La propuesta (3)

-¿Ahorita?

-No, ahorita no. Tengo cosas que hacer y chamba que entregar en la noche.

-Nada más viniste a proponermelo.

-Si.

-¿Cuándo?

-Orgánizate tu. Tienes una logística que cuadrar.

-¿Dónde?


-¿Un hotel? Aqui hay uno a dos cuadras. Hay miles. Tlalpan.

-¡Ya sé! Tengo un lugar especial… ¡Ya sé donde!

-…

-¡Tu casa! No lo puedo creer.

-Olvídalo

-¡Ay! ¿Que es un santuario o qué? Patán.

-No va a ocurrir, Pedro.

-Ok. Uno de tlalpan, ya sé cual. ¿No lo has visto? Con corazones en la entrada

-¿Y espejo en el techo?

-No. No sé. Con columpio.

-No lo conozco. ¿Cutre?

-No sé. ¿Te tomo fotos?

-…

-Pero va a ocurrir más de una vez, ¿no?

-…

-¿Te grabo en video?

-Jajajaja

-¿Nalgadas? No fuerte, así.

-No. El amor a golpes no se me da.

-¿Lo hacemos en Tacha?

-¿Para bailar como locos?

-…

-¿Tradol con  tequila?

-No, ¿verdad? No para la primera vez.

-…

-Eres un peligro. Discutimos una cogida como…

-¿Un plan de rodaje?

-Jajajaja.  Lo organizo.

-No olvides llevar condones.

-…

-…

-Yo no uso condones.

-¿Cómo? 

-No me gusta. No los uso.  Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda.

-Yo no cojo sin condón.


-Yo no cojo con condón.

-…

-…

-No hay trato.

-No hay trato.

martes, 7 de septiembre de 2010

Machín Patán: La propuesta (2)



Parlotea todo el tiempo, para mi alivio. Prefiero observarlo y mantenerme lo más callada posible. Le pregunto cualquier cosa para que siga, me platica algún chisme contado a su modo, hablando fuerte, exagerando los gestos y lo encontraría simpático –muy- de no ser porque me encuentro sumida pensando en cómo decírselo.

Pasa una hora en la que hemos hablado de todo y nada, salimos a compartir un cigarro y lo apuro a regresar a nuestra mesa; el tiempo se me acaba y no he encontrado ni el momento ni el modo. Mierda. No sé porque saca un anillo del bolso de sus jeans y me lo extiende para mostrármelo, lo tomo con ambas manos y pregunta:

-¿Estás temblando? - Me miro los dedos extendidos y los veo temblar muy ligero. Me tiemblan las manos.  Mierda.

-¿Si? Ha de ser porque las tengo mal apoyadas- extiendo un brazo con cuidado, y ahí en el extremo, mi mano sigue temblando. Mierda. Me mira con una sonrisa burlona, divertida. Intento por todos los medios restarle importancia al asunto, me encojo de hombros, hasta suspiro, pero sigo temblando.

-¿Estás enferma de la tiroides? Porque uno de los síntomas es el temblor de manos y los ojos saltones.  Mierda.

-¿Te parece que tengo los ojos saltones?

-No. ¡Ya! ¿Qué me querías decir? ¿Es algo de trabajo?  Mierda lo sabe.

-No. Es personal.

-¿Te me vas a declarar?  Patán.

Mi apariencia tranquila y mi mirada serena casi fría responden sólo a un esfuerzo enorme de voluntad; Lo miro un par de segundos antes de decirle muy despacio, a los ojos, y –no sé como- sin titubear:

-No. No es una declaración, pero quiero que sepas que soy una mujer discreta y sobre todo muy reservada y ya que lo sabes, quiero proponerte un rato a solas, una tarde solos… con muchos besos de por medio y las sábanas arrugadas…  

La fuerza se me escapa y la última parte de la frase se la digo a mi bebida mirando hacia   abajo; me ganan la timidez y el miedo. Sonrío como una tonta. Lo hice.

Levanto la vista muy despacio y veo como se le van agrandando los ojos. Como platos. Estupefacto, casi en shock. El ruido del lugar se apaga como por arte de magia, y lo único que escucho es el sonido de las fichas de dominó, que alguien revuelve en la superficie de una mesa cercana.

Un segundo después, Machín Patán suelta una carcajada enorme, seguida de la mía tan nerviosa como la suya. El lugar recupera el bullicio de golpe y el sonido de nuestras risas resuena alto y fuerte.

Sigue actuando conmocionado. Balbucea. Bufa. Me mira. Se ríe.  -No sé que decir, -repite-Es que esto nunca me había pasado. -Tampoco a mi- respondo serena.


-¡Es que no lo puedo creer! Me va a batear.

-¿Quieres que te diga que bromeo?

-No. ¿Pero así me lo dices?

-Y… ¿cómo te lo digo entonces? Te gusto –me mira, asiente. –Me gustas, ¿quieres acostarte conmigo?

Se echa para atrás de nuevo, una mano en la frente, dramático, me mira.

-Me siento halagado.

-¿Te inflé el eguito?

-Jajaja. No. Si.

-¿Quién tiembla ahora?

-Jajaja- Esconde los brazos detrás de la cabeza.

-Piénsalo y me dices ¿Va? Sólo te pido discreción. Si lo repites, lo niego, ¿eh?

Se agita de nuevo, suelto una risotada. Se carcajea a todo pulmón como el Patán que es. Me la hace cansada. La carcajada se le convierte en una sonrisa tierna que descubro me derrite. En su mirada parece moverse una luz pequeñita, como una bandera blanca que se agita en la punta del palo de un barco y que mucho me temo no es más que el reflejo de la mía. Me rindo.

Otra carcajada.

Otra sonrisa demoledora.

-Va.

Sonrío y un rubor me empieza a subir por el cuello, inevitable, giro el rostro hacia la ventana esperando que pase desapercibido. Ni en broma.

-¡Te estás poniendo roja! ¡Estás sonrojada!- lo miro con una sonrisa resignada, odio parecer tonta. -¿No que muy cool? pregunta burlón. Patán.


-…

lunes, 6 de septiembre de 2010

Machín Patán: La propuesta (1)

Voy de camino a la cita con un poco de apuro; estoy nerviosa e intento ensayar un par de frases que dirijo al retrovisor. Sueno absurda. Me río. Voy a hacer un papelón. Temprano en la mañana Machín Patán me busca en el Chat para decirme que no podremos comer juntos pero que nos veamos para unas chelas a las 4:30 en la Montejo. Perfecto. Es mejor así; no me veo proponiéndole sexo con un caldo de camarón pestilente en la mesa. En el último semáforo me pinto los labios y le pregunto a un policía del barrio si la cantina, está hacia el norte o si debo regresar. Agradezco que sea preciso; -Está en la esquina del eje 4 y Nuevo León Señorita, va a tener que regresarse dos cuadras- me dice con una sonrisa. Bien.

Cuando abro una de las dos hojas de la puerta, la luz del interior me deslumbra por completo. Hay más luz adentro que afuera, y hoy por alguna razón extraña todavía hace sol y me siento acalorada.

No distingo nada. Doy unos pasos al frente y tengo la sensación de flotar entre la bruma;  poco a poco empiezo a distinguir algunos contornos y figuras entre esta espesa neblina blanca que forman al mismo tiempo, una multitud de cabezas y el barullo que emiten amorfo y confuso. Un rumor que me aturde, propio de un rebaño de machos. Estoy en una cantina, llena. A reventar para ser un miércoles en la tarde.
Avanzo un poco entre las mesas consiente de quien desde una mesa levanta los ojos hacia mi; mantengo la mirada al horizonte, buscando. Odio usar lentes y aún así no ver nada. Hoy que tuve a bien postear lo de El Siciliano, afectada después de escribir y re leer; Roja, como diría mi amiga La Güera y desvalida en este territorio hostil con tanta testosterona junta. Machín Patán no ha llegado y vuelvo hacia atrás sobre mis pasos a la única mesa disponible, en un rincón cerca de la puerta.

Por fin sentada, de espaldas a la pared, echo un vistazo. Esto está lleno de machos. Me siento como el lanzador que desde el fondo del bullpen trota hacia la lomita, y que sabe  le han dejado un corredor en cada base, sin outs y con el marcador en contra. Grandioso.

El mesero se acerca y le pido agua mineral con hielos al tiempo que saco mi celular del bolso; hay tres mensajes de Machín Patán, en el primero me pide mover la cita a las 5, el segundo dice que sin haber respuesta, llega a las 4:30 y el tercero dice que está a cinco minutos de llegar. Tecleo veloz: Ya estoy aquí. Y podría salir corriendo en un minuto.

Me recargo en el respaldo y miro de nuevo. Mesas llenas de hombres ruidosos. Hablan, chocan vasos, juegan dominó, ríen a carcajadas, gritan.  

De todos, una cantina tiene que ser el peor sitio para proponerle un revolcón a Machín Patán. Debí haberlo pensado cuando me propuso el lugar. Imposible que no me sienta un poco a la defensiva. La desventaja numérica me hace sentir vulnerable y estoy segura que la palabra Sexo se me lee hasta en los rizos. Buenísimo.

Levanto la vista hacia un hombre de corbata todavía bien amarrada y en su lugar, que se ha quedado en pausa, con la mano tomando el picaporte de la puerta del baño, mirándome, lo miro seria también; a los pocos segundos le sonrío. Desvía la mirada, abre la puerta y desaparece. Giro la cabeza y me encuentro a otro hombre cerca de la puerta que también me observa; le sostengo la mirada, seria, sin intención de sonreír; un poco con la curiosidad de lograr que él rompa el contacto visual primero, y estoy a punto de lograrlo pero me distraigo. La puerta de 2 hojas se abre y la figura de Machín Patán avanza desde ahí sonriéndome. Se ve guapo. Luce más delgado y los rizos le bailan largos alrededor del cuello.

 Le faltan tres pasos para llegar hasta mi y desde ahí, grita con ese gesto tan suyo:

-¡Wey no mamessssssss, dijiste chelas y estás tomando un tehuacán! ¡Qué hueva me das! Yo pensé que iba a tener una chela en la mesa, lista.

¡Cristo redento! ¡Es un patán!