Me miras y muy despacito me recorres con los ojos, empiezas arriba o desde abajo, en mi boca o en mis ojos… no importa. Me miras. Me gustas así, casi sereno, sobre todo quieto.
Lentamente me acerco a ti. Aquí sólo hay deseo y curiosidad. Eso dicen tus ojos. Los mios ya sueñan en tu cuello. Deseo el olor de tu piel que aún no conozco.
Mis piernas apoyadas en las tuyas, mis brazos en tus hombros. Tu cuello tan cerca y mi aliento tibio calentándote. Todo tu cuello para mi. Te susurro algo muy quedito, y la punta de mi lengua recorre ligera la curva de tu oreja. Tu repuesta es un bufido corto y te estremeces.
Mis manos están ya enredadas en tu nuca, tus (esos) rizos finalmente entre mis dedos; se pierden, jalan, te escucho algún lamento ahogado. Me pierdo un rato en tus ojos y te acaricio con cuidado; En mis ojos no hay provocación, hay deseo; eso es lo que veo también en los tuyos.
Me incendia la idea de besarte.
Ágil y sonriente mis manos te buscan la nuca de nuevo. Desatan con habilidad el nudo de esa mascada con que te he amordazado…