Es lunes. Peor aún, es lunes por la mañana. Y estoy sola, en mi oficina.
Odio esa sensación de que tengo toda la semana por delante, el viernes todavía se ve lejos y esos consuelos de: ¡Buen inicio de semana! ¡Que sea muy productiva!, no van conmigo.
Saco mi compu, la coloco sobre mi escritorio, levanto la tapa y se abren las ventanas de los navegadores que uso –la neurosis me obliga a leer noticias y béisbol en el Safari, mientras que los Blogs y el Twitter los reviso desde Firefox- así como el Chat.
En el Chat aparecen 4 personas “conectadas”, entre ellas Machín Patán. Tecleo mi contraseña en el Messenger también, aparecen otras 10 incluyéndolo. De esas diez conectadas, seis son conocidos del trabajo, dos, mis primas, mi hermano el primogénito de mal carácter y el hombre con el que quiero arrugar las sábanas. Qué mujer popular soy.
Cada vez que paso al lado de alguien que tiene abierto el MSM siempre me sorprende la cantidad de contactos “en línea” que aparecen. Superan la docena, la veintena y en algunos (muchos) casos, la centena. Alguien que tiene más de 50 contactos en MSM, seguro tiene mil amigos en Facebook y 500 seguidores en Twitter. Me sorprende siempre. ¿Cómo le hace la gente para conocer tanta gente?
Me di de baja en Facebook, obedeciendo a un principio disciplinario en donde descubrí que esta popular red social me quitaba demasiado tiempo (!?), lo cual vuelve a ser una contradicción porque de los 178 amigos que me aparecían, en realidad un puñado lo son realmente. Y no interactuaba ni con ellos, por lo menos no desde ese portal.
En Twitter la cosa no es muy distinta aunque hay una diferencia sustancial; de los “followers” que tengo, conozco nada más al 5%, es decir a 4. Los demás son una mar de desconocidos que me siguen, supongo, gracias al Blog. Alguna vez he intentado interactuar más allá de los agradecimientos a los comentarios que se refieren a lo que escribo, y salvo una honrosa excepción, nunca he obtenido una respuesta. Mierda. Soy tímida hasta en Twitter. Un bicho raro. Patética.
Pienso en todo esto mientras veo el nombre de Machín Patán en mi pantalla; me sumerjo en los portales de noticias y le dedico un buen rato a un par de reseñas del juego de ayer. Machín Patán sigue ahí. Conectado. Reviso estadísticas, porcentajes, promedios de bateo y veo de nuevo alguna jugada de ayer.
Se me acaba el tiempo de perder el tiempo. ¿Y si voy por un café? digo, ¿qué tal que cuando vuelva el Patán se desconectó y se me quita esta sensación cobarde, -de gallina con bolsa en la cabeza y hoyitos en los ojos-, de encima?
La imagen plumífera me horroriza aún más y sin pensarlo, hago click en su nombre, se abre una ventana y escribo:
Hola
Hola Guapa
Bien. Bien. Tu? Andas muy
ocupado estos días?
No mucho. Estoy preparando una junta,
que puedo hacer por ti?
Me pregunto si querrías tomarte una
chela conmigo…
hay algo que quiero platicarte.
claro. hoy? si quieres
después de mi junta, para festejar
qué tal el miércoles?
si quieres vamos a comer, te late?
me late. Nos buscamos el miércoles
en la mañana. Beso. Ciao.
Besos guapa
Lo logré. Claro, desde la trinchera electrónica.
Necesito pertrechos.
¿Cómo mierda le voy a decir que me quiero acostar con él?