La veo envuelta en una nube rosa entre
algodones de azúcar y jilgueritos cantarines. Todo es risitas y buena voluntad;
habla de la guapa y le sale tanta miel de los ojos que me empalalaga. Mierda. Toda
esa dulzura está por provocarme un coma diabético y pienso que ya perdió la
cabeza; está enamorada al punto del almíbar. Bien podría desistir de mi
propósito porque en resumen, a ésta no la rescato de la dicha. Me solidarizo
con un par de risotadas tontonas y le digo mirándola a la cara:
-Yo no besé a
tu novia, Maja.
-Jajaja. Pero
si yo estaba ahí Maja y se besaron. Jajajaja. Jijiji. Ni te preocupes, no soy
celosa, no fue nada Maja.
-No Maja, no la
besé. !Pregúntame porqué no la besé!
La vehemencia de mi tono la hace regresar al
planeta de los mortales. Consigo que se ponga un poco seria por fin:
-¿Porqué no la
besaste maja?
Antes de responderle, me tomo unos segundos
para buscar en mi bolsa, entre los lentes de sol y el teléfono, abajo de mi
agenda, en el fondo, una botella pequeñita de Tequila que recuerdo compré para
casos desesperados como este. La destapo con cuidado y después de un buen trago
la miro muy seria a los ojos y con el tono dramático de un tango de arrabal
respondo:
-Porque tu
novia me gusta.
Su reacción es como en las películas:
respinga perpleja, intenta decir algo, balbucea, parpadea a la velocidad del
aleteo de un colibrí. Me aguanto la risa y le aplaco los gestos con un ademán
tranquilizador.
-Ya sabías
Maja, no te hagas. Por eso quiero que me lo preguntes de nuevo.
-¿Qué?
-Qué porqué no
besé a tu novia, Maja.
-¿Porqué no la
besaste, Maja?
-Porque es tu
novia, Majita. Y yo nunca te haría algo así. Ni borracha, ni jugando. Y la
verdad me siento un poco avergonzada, ¿sabes?
-Ay Maja. No
pasa nada. No hay bronca, de verdad. No te preocupes Majita, te creo. No te
sientas mal. No es para tanto.
-¿Segura Maja?
-Segura Majita.
-Bueno, tal vez
la próxima vez debería besarte a ti para estar parejas.