Con ambas
manos le levanto la camiseta hasta la cara, para dejársela sobre los ojos y me
acerco con la nariz a su pecho para investigar a qué huele este hombre que
desde hace tanto me trae de cabeza. Me gusta su olor que no huele a nada. No usa
loción ni perfume, no le adivino el olor del desodorante en las axilas, no
huele a jabón siquiera y sin embargo tiene un olor que me gusta, embriagador.
Lo recorro con la lengua también y le descubro veloz el rostro para morderle la
boca.
Dejo que sus manos
se enreden en mis rizos suaves y me jala tan brusco que mi cabeza queda
inclinada hacia atrás y antes de que respingue, sus labios pasean en mi garganta. Parece gustarle el sexo
rudo, que a mí me encanta y que es mi especialidad. Se agacha con cuidado a
quitarme las botas mientras me desabrocho los jeans y los deslizo hacia abajo.
En un minuto
él se ha quedado sin ropa también y abrazándome con fuerza me guía hasta la
cama. Me acomoda de todas las formas posibles y me coge. No habla, pero gime y
me excita escuchar su respiración agitada. Parece que bufa. Bufa. Coge como una
bestia.
Yo tampoco
hablo, me limito a respirar profundo y seguirle el ritmo. Mis manos no se
cansan de recorrerle el cuerpo, lo agarro con fuerza de las nalgas y lo encajo
en mi pelvis con mucha fuerza. Se detiene un instante en mis ojos y me esquiva.
Mi mirada se pierde también en otro sitio. ¿cansada?, pregunta con un dejo de
burla. No todavía, respondo apretándolo con mucha fuerza. Gime. Me gusta. Me penetra
despacio y con fuerza.
Me abandono al
placer de sentir que me coge un desconocido y me imagino como en esa escena de
“Savages”, la peli de Oliver Stone. Machín Patán es un amante bastante salvaje,
incansable y despreocupado. Sin pedirlo siquiera, me gira como a una muñeca de
trapo, me pone en cuatro, me jala el pelo y me embiste rudo. Me vengo unos
segundos antes que él. Yo en silencio, él como una sirena de patrulla. Un
escándalo. Se desploma en mi cuerpo y me acaricia el pelo y los hombros
mientras se le tranquiliza el respiro.
¿Seguimos?,
escucho que me susurra al oído al tiempo que me mordisquea la oreja.
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