Es tarde, reuní
fuerzas para dejar el vestidito estampado de flores y gasas tirado en el suelo.
Busco otras 3 prendas en el armario, me subo a mis botas altas, altísimas y me
calzo un sombrero en la cabeza. Según yo, el atuendo me da un aire mafioso
irresistible. Sin lugar para los bostezos, manejo por 20 minutos hasta el lugar
del encuentro.
En una mesa
larga me encuentro varias caras conocidas y un par de caras nuevas. La alta y
guapa productora de radio halaga mi sombrero, me lo quito, se lo pongo, le
revuelvo el pelo con los dedos y me pongo seria. Más vale. Enfrente de mi, esas
dos caras muy nuevas me saludan con entusiasmo. Una me parece conocida y se lo
digo. ¡Qué casualidad! Ella parece conocerme de algún lado también. De
profesión: Médico Traumatólogo. Por supuesto que no la conozco y resuelvo
enfriar esta conversación lo más rápido posible porque la chica me sonríe tanto
y se muestra tan interesada en mi o en el sombrero que me abruma; cuando
alguien anuncia que va a la calle a fumar, me uno al contingente. No. No me
quiero ligar a la traumatóloga. Soy coqueta cobarde y a veces, coqueta canalla.
En este L-World, ser así es también un método de defensa.
Sentada en la
barra está mi amiga Riva. Sonrío flamante, me acerco. Es galletona de pura
cepa, viste masculina, habla a los gritos y de su boca simpática suele salir
majadería y media. De esas pues, sin pelos en la lengua. Hacía un buen tiempo
que no le sabía los pasos y me da gusto verla de nuevo. Dejo que me pase un brazo
por los hombros y también que me moleste un poco. Entre los temas generales
está el de la chamba, ¡Uy! Odio eso, odio hablar de trabajo pero le contestó
que la cosa ahí va, con sus altibajos y la basura de siempre. Me interrumpe
dirigiéndose a la chica que tiene enfrente y que yo no había visto:
-Mira, te presento a la Maja. En su oficio,
la mejor del medio, del mundo. Tiene currículum, experiencia y Know How.
Y yo arrebolada de tanto halago, le extiendo
la mano a la mujer que me acaban de presentar. Trabajamos en el mismo ambiente
y dice conocerme de nombre. Me pide una tarjeta, le respondo que mi bolsa está
hasta allá, en la mesa. Se dispone a anotar mi número celular en su teléfono.
Me acerco a dictarle, la miro de nuevo. Qué muñeca, pienso. Una certeza se
revela antes de que le dicte los últimos dígitos, la interrumpo perpleja y le
digo:
-Disculpa pero… ¿No estuvimos en la misma
mesa en una boda, hace rato?
Con los ojos como platos responde:
-¿Eres tú? ¡No te reconocí! Digo, me parecías
muy familiar pero… ¡Te ves tan diferente!
-Me cambié de ropa y tú también, por lo que
veo.- Claro, sus tetas celestiales ya no están a la vista pero el rostro divino
es memorable; y la veo mirarme el escote del tercer botón desabrochado de mi
camisa blanca y almidonada, de donde asoma con todo el descaro y la intención
del mundo un brassiere negro y sexy, unidas las varillas con un moño de satín.
Nos reímos alto y fuerte y le sonrío de oreja
a oreja llena de coquetería.
-¿Y tu amiga? ¿No vino?
-Está afuera fumando.
-Bueno pues ahorita regreso a presentarme,
por segunda vez en el día.
-Jajaja.
Después de 6
pasos hacia ninguna parte, la amiga Ale de mi Maja me sale al encuentro. La
mujer más extrovertida que conozco, foránea como yo en este L-World… Me dice
que mi sombrero es un hit. Qué me veo súper bonita. Y le comparto el secreto:
No es el sombrero, si no la posibilidad de ser otra, lo que conjura las
chispas. Un alter ego. Está de acuerdo conmigo, se ríe y de paso me felicita
por la osadía con la que presumo el moñito. El moñito negro del bra.
No me puede ir
mejor, pienso. Busco con la vista a la muñeca y descubro que la amiga ya
regresó de fumar. Me acerco a saludarla y cuando estoy a dos pasos de ellas,
les descubro en el gesto que vienen juntas, es decir, que son pareja. Perpleja,
me alejo de nuevo. Y yo que le sonreía juguetona. Buenísimo. Me rescata el
amigo de siempre con su ofrecimiento habitual:
-¿Quieres fumar Maja? Traigo un churro de la
hidropónica que no mames.
Ni siquiera lo dudo, me dejo guiar hacia la calle.
...Continuará