Acordamos encontrarnos en un Starbucks, el que está en la Nápoles porque según entendí el Ing. no tiene auto y le queda a tiro de piedra esa parada del Metrobús. Entro al café que está lleno, como fonda al medio día y recorro las mesas buscándolo. ¿Y si no lo reconozco? Absurdo, me corrijo de inmediato, pasados 25 años no pudo haber cambiado tanto; lo cierto es que no lo encuentro, subo por las escaleras a echar un vistazo en la parte de arriba. Nada. Mierda.
Bajo de nuevo y salgo a la terraza. Ni sus luces. Y el astigmatismo que padezco ya de años no ayuda. Me encamino de nuevo a la escalera para buscarlo de nuevo en la parte de arriba, cuando lo veo bajar. Me mira serio y descubro que la miradita de Galán de balneario la conserva aún, me reconoce y nos sonreímos.
Me abraza muy fuerte y me susurra al oído –¿qué te pasó?- me toma de los hombros al separarse y me observa con atención, serio. Mi desconcierto es palpable. –estás muy flaca- añade; y por el tono de su voz deduzco que no es un halago pero, por lo menos, tampoco parece un reclamo.
Su mirada no ha cambiado pero el paso del tiempo le dejó bolsas en lo ojos, algunos kilos de sobra, una pancita más producto de la resignación, que de la negligencia y una calvicie sin remedio. ¿Porqué los hombres tienen la mala fortuna de quedarse calvos?
Y todo esto no se lo digo, pero lo pienso y me río.
Salimos a buscar mi coche y un lugar más tranquilo donde conversar y comer algo. De camino me platica de la tropa y alguna anéctoda graciosa de nuestros tiempos.
Encontramos un lugar simpático de frente a una plaza en la Roma, compartimos un panino, una ensalada, un par de chelas. Lo que sigue es un monólogo interminable, sus hijos, su trabajo en esta ciudad, la operación de la vesícula de su mujer, su hijta de 4 años incluidas todas las monadas que ya sabe hacer, todo contado con lujo de detalles. Soporífero.
De mis egoSancks no hay señales. ¿En qué momento me va a decir lo guapa que estoy? Yo que estaba tan segura de que mi ego iba a quedar inflado, hinchado, así como próstata con cáncer.
Lo más emocionante de la noche fue ver al mesero intentando aplastar con una escoba a una cucaracha gigante, que se paseaba incólume por el muro a mis espaldas; los demás comensales en el disimulo que exige la etiqueta y la convención social, yo quitada de la pena masticando con gloria el panino preparado en una cocina convertida de seguro en el cuartel general de los artrópodos gigantes de la zona.
De regreso al coche, caminando hombro con hombro se detiene un momento y exclama con la voz engolada y la mirada por allá, es decir al aire, ¡un hotel, vamos!
Hago como que no escuché. Y seguimos caminando.
Está en el hoyo, este pobre y ahí lo dejo muchos meses.
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ResponderEliminarJajajajaja!
ResponderEliminarEn el hoyo, ellos. : )
Eso de ver a los ex. novios o pretendientes, casi nunca funciona! Sigue intentado igual y en una de esas pega. Yo por lo pronto me rehúso a ver a alguien de mi pasado, ja ja, por mi y por ellos. Matilde.
ResponderEliminarMatilde,
ResponderEliminary si en una de esas pega? ; )
Beso
A qué el Inge.
ResponderEliminarajajaja... lo mejor es la próstata con cáncer... me reí mucho
ResponderEliminaratte. a calzón quitaoo...
@Frank, a qué yo tan cretina. : )
ResponderEliminarCalzón quitaoo, qué buen nick tienes! Beso
P:
ResponderEliminarNoche de hueva, es la única descripción que se me ocurre. Maja estás guapísima, estoy segura que este año encuantras al príncipe del cual enamorarte por el momento hay que conocer unas cuantas ranas para saber diferenciar el momento justo de la verdad. Diviértete
Querida P,
ResponderEliminarCreeme que lo de la cucaracha estuvo buenísimo. La estirada de junto ya no se pudo llevar el tenedor a la boca y el mesero tratando de no decapitarnos con la escoba. Lo demás se quedo en lo ordinario, nomás.
Un beso