La noche es un disturbio en fuga. Una pareja atraviesa la inclinada avenida en una bicicleta sin frenos.
Baja los pies que nos matamos y aún no es tiempo de morir.
¿Por qué este remolino? Los pasadizos del laberinto sin salida conducen a la perdición: por eso los sigo. Nunca estás ahí cuando llego a la trampa.
La bicicleta sin frenos tiene un destino: el choque emocional, la fusión con la luna, el refugio en las esculturas, la conclusión en tus ojos tan lejos de mí. Rasguñaré la piel hasta provocar la herida, gritaré tu nombre, tus uñas, tu pelo, lo que nunca dirás.
Sube los pies, mi vida. Aún no te conozco. Estamos a tiempo de morir y hacernos eternos.
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Esta respuesta no llegó a mi buzón. La publicó en su blog tres horas después de que yo le escribí. Si alguien tiene curiosidad de leer la entrada completa, está aqui al lado. Una mirada de lejos.
Aprendí a andar en bicicleta antes de los 6 años en un intento por demostrarle a mi Mamá que ya podia tener una propia. La respuesta fue siempre la misma: “Cuando cumplas 7”. Y faltaba tanto.
Recuerdo la pendiente inclinada, una bici prestada y sin frenos. Sin casco y sin rodilleras. Había aprendido a patinar a los 4. Los patines de metal me quedaban grandes. Me pulsa aún el dolor en las muñecas cuando recuerdo cada sentón.
Si me caigo, pensé, me voy a raspar y si rompo el vestido mi Mamá me va matar.
A calzón quitao...
ResponderEliminarYo si me hubiera aventado... no había nada que perder...
(obviamente tengo tendencias suicidas, asi que no me hagas mucho caso)
Seguro recuerdas con una sonrisa esos raspones, el vestido que rompiste y hasta el regaño.
ResponderEliminarme haz recordado los reclamos de mi mamá " pues que trapeaste el piso con el vestido?"
ResponderEliminarLa Texana Tapatia