Leo en un texto
de Bolaño que uno está preparado para la amistad, no para los amigos. Más
adelante nos dice que la amistad es como la silueta de un dinosaurio que
atraviesa un pantano y añade: son raros los amigos: desaparecen.
Es verdad, yo
soy una amiga con tendencias a desaparecer y a aparecer. En los dos últimos
años mi Maja y yo, nos hemos visto más bien poco; en las ocasiones especiales
de los cumpleaños por ejemplo. Recuerdo el de la Jess (su ex) porque para
variar hice un papelón con la alta y guapa productora de radio. Faltaba más,
tenía que estar justo ella en la escena.
Creo también
que a pesar de la distancia y el tiempo, nuestra amistad sigue tan firme y tan
estrecha como en los primeros tiempos. Nos habíamos conocido apenas, cuando una
tarde, recién terminado y entregado un proyecto, nos instalamos en un bar y
después de un par de Martinis me acuerdo, fue la primera persona a la que le
conté que había tomado a mi Majito en brazos y había abandonado para siempre
“el hogar conyugal”. Alguna otra vez, la acompañe toda la noche en una búsqueda
infructuosa de una novia que la traía de cabeza; habían peleado y mientras ella
esperaba en el coche, yo entraba y salía de cada uno de los antros Gay de esta
ciudad. También me hizo redactar la carta del adiós para la susodicha; ella sólo
añadió un par de palabras altisonantes al texto amoroso y rencoroso.
Puede ser que
la amistad sea una cosa rara y pantanosa y con dinosaurios como dice Bolaño,
pero es fundamental. Para mi, es también vital. Así que dejo de darle vueltas a
las mil anécdotas que tenemos en común, y espero frente a su puerta a que me
abra.
Porque hoy
vengo a decirle que yo NO besé a su novia endemoniada.
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