lunes, 26 de abril de 2010

Tj: Quiero

Eso. Quiero enamorarme.
Quiero enamorarme de alguien con el propósito de aullentar todas las nubes negras que se dibujan en mi horizonte. Para levantarme por las mañanas y ver todo teñido de rosa y acostarme por las noches con la cursilería velando mis sueños.
Para vivir con el deseo a flor piel saliéndose de cada uno de mis poros. Con la testosterona en ristre, pronta al asalto.
Quiero enamorarme para olvidarme de todo lo demás que no me gusta en mi vida.

Quiero enamorarme solo con el propósito de remar este barco día a día, con la sonrisa del gato que se comió al ratón.

¿es mucho pedir?

Tj: Los Buenos Propósitos.

Una mañana de enero despuntando apenas este 2010 me encontré navegando por la red un texto esclarecedor. La Naturaleza de la mente; y digo esclarecedor porque aprendí ciertos datos importantes: el cerebro humano genera poco más de 60,000 pensamientos cada 24 horas y la gran mayoría de ellos son negativos. La preocupación que nos asalta ante la llegada del estado de cuenta de la tarjeta, la colegiatura no pagada aún, la incertidumbre de vivir en un país erosionado por la infamia y el porvenir que quién sabe por donde viene, si es que viene.

Una cadena infinita de estos pensamientos prietitos donde de uno sale el otro y el otro y el otro; algo así como una madeja de estambre enmarañada sin principio ni fin. El nudo de la duda unido al desamor, el de la angustia con el de la rabia, la resignación atorada con el arrepentimiento.

Caí en cuenta que el único modo eficaz para contrarestar los efectos devastadores de lo negativo, no es adherirse al club de optimistas más cercano.

Es enamorarse. Así de simple.

Enamorarme es entonces mi único propósito para este año felino.