miércoles, 4 de mayo de 2011

Una cita a ciegas: Víctima desconocida (2)

    Twitter. Punto de encuentro. 3 o 4 comentarios encantadores que se refieren al blog. Pasan unas horas, y luego una avalancha de mensajes directos de una coquetería casual e intencionada. Me despierta la curiosidad. Me invita a ver las fotos que ha colgado en su perfil de Facebook. Click. Hay montones de fotos tanto como de temas. Y lo que veo, que es obra de su autoría, me gusta. Es un buen fotógrafo y tiene piezas de una belleza particular. Sensible.

   Me detengo también en la foto publicada en su perfil, en sus retratos. Mira a la cámara con cierto desenfado y tiene la sonrisa socarrona. Es un guapo. Fotogénico. Guapo. En otra serie se ve en la punta de una roca con equipo de alpinista y un paisaje en el horizonte de una belleza exótica. Descensos en paracaidas. Le gustan ciertos deportes extremos. Me gusta eso. Regreso al Twitter y le escribo que sus fotos son muy buenas. Por favor haz un click de “Me gusta” si hay alguna que te haya gustado mucho. Regreso a Facebook y hago lo que me pide. Ingenua.


   En un mensaje más tarde, me felicita por la constancia con que corro muchos kilometros cada mañana.(!!)


   Entró a mi perfil de Facebook. ¡Qué tarada! En una jornada de twitter, acabo de perder el anonimato con un desconocido que ha leido este blog. Ahora sabe mi nombre, conoce mi rostro. 

Me pongo a temblar.

martes, 3 de mayo de 2011

Una cita a ciegas: Víctima desconocida (1)


   
   Reviso mi imagen por enésima vez en el espejo retrovisor, frunzo los labios. Pienso si debería retocármelos de nuevo, giro la muñeca buscando mi reloj y me cercioro de estar a tiempo. Me gusta ser puntual, odio llegar tarde. Me angustia la idea de tener a alguien esperando. Es una tontería. Me faltan un par de semáforos y buscar el café de la esquina donde quedamos de vernos. Respiro profundamente. Me asalta la inquietud. Claro, estoy nerviosa. Estas cosas nunca jalan. ¿Y si estas cosas nunca jalan, qué hago aquí?

    Tomo mi celular de la bolsa, busco un número en la pantalla, espero.

-¿Maja?
-Voy a una cita a ciegas.
-¿Dónde lo conociste?
-Todavía no lo conozco. Ja.
-¡Maja! No vayas a ir a su casa.
-¡Cómo crees! lo voy a ver en un café, cerca de tu casa, anota la dirección.
-Te llamo en un rato. Con cuidado Majita.
-Gracias Maja. Te quiero.

    Guardo de nuevo el celular en la bolsa y recupero el buen humor.
    ¿Qué podría salir mal?

   Mi prima Yaya no organizó el encuentro pero sí la posibilidad de conocernos. Vía Twitter. Un follower más, que comenta simpatico, algo sobre el blog. Mi Linda pariente se encarga también de exaltar  con un entusiasmo sincero y arrebatado, sus virtudes: escribe padrísimo, buen fotógrafo, es culto, inteligente, guapo. Es lo que sabe de él,  porque Yaya no lo conoce personalmente, aunque compartieron primaria y generación. Habla de él como de un cuate, digamos.


   La última vez que acepté una cita a ciegas fue en el verano pasado: el resultado catastrófico. Eso sí, ninguna amiga piadosa me la organizó. Lo conocí en el pornosite sin que mediara plática puerca de por medio; más bien me hizo llegar un correo gentil sin intenciones explícitas. Respondí. Chateamos en el messenger. Lo sorprendió mi buena y pulcra ortografía. Pensé lo mismo de él. Dueños de una coincidencia geográfica –su oficina está a 10 calles de la mia- le acepté un café en un Starbucks cercano. Me envió una foto, que le reenvié a la velocidad de la red, a mi amiga Gonsen quien sin tapujos sentenció: Tiene cara de Pervert, Maja. -¡Pero si es igualito a Memo Arriaga! -No sé Maja. Tiene cara de Pervert.

   No tenía cara de Pervert, pero si una mirada de perro triste que le daba cierto encanto y que contradecía de algún modo, su físico más bien fornido y de piel morena;  lo que terminó con alguna vana ilusión, fue esa voz de titino que le salía de la garganta.  
No sólo la voz, el tono monótono y pusilánime de quien parece que habla hacia adentro y que, aquella tarde, me hizo repetir muchas veces: ¿Qué? ¿Cómo? No te escuché.

   Estas cosas nunca jalan, me digo de nuevo. Sin embargo, ya estoy aquí, en otra cita a ciegas.