miércoles, 21 de septiembre de 2011

Machín Patán: En el Set.


   El rodaje del proyecto tiene como locación un centro comercial, al aire libre, de esos con cafeterías y lugarcitos para comer. El equipo de trabajo se encuentra justo en el centro del lugar, atrás de una fuente. A los lados, hay mesas y sillas ocupadas por los clientes habituales que curiosos miran cables, reflectores y caos. Son las dos de la tarde y por lo que se ve, este rodaje va un poco retrasado. Mal asunto. Ya veo mi noche consumida enfrente de mi computadora, café tras café. Cigarro tras cigarro. Sin dormir.


Atravieso el lugar partiendo plaza. Nunca falta el simpático en el equipo que me lanza un piropo. ¡Ja! Sonrío.

Veo a Machín Patán sentado solo, detrás de un monitor pequeñito, al parecer muy concentrado. Rodeo la cámara para saludar al fotógrafo y a un par de personas más. La productora se interpone en mi camino para decirme que hay que tener todo listo para presentar mañana a primera hora. A primera hora no voy a estar lista, respondo. Necesito la mañana. Empiezo a sentirme agobiada. Todo urge, siempre urge.

Finalmente, rodeo con cuidado el lugar del Director. Me acerco con cuidado y lo saludo. Me ignora. No despega la vista del monitor y parece que ni siquiera se ha dado cuenta de que estoy ahí. Me hace gracia pensar que no hay escena por dirigir, ya que al modelo le están retocando el maquillaje. Uno de los meseros se acerca a ofrecerme una botella con agua. Se la agradezco porque el sol cae a plomo, hace calor y me siento muy tonta ahí de pie, ignorada por completo. Machín Patán sigue atento a todo menos a mí. Sin mirarme siquiera, me pregunta lacónico  si voy a estar lista para mañana. Voy a estar lista a la hora acordada, le digo.

No tenemos mucho más que decirnos, parece. Me alejo sin despedirme.

¡Qué Patán!

lunes, 19 de septiembre de 2011

Víctima desconocida: A manera de epílogo.

     En un vano intento por desahogarme, les platicó a detalle, este descalabro, a mis escuderas fieles.
Yaya mi prima, Mi amiga la Güera y Mia Gon, cada una por su lado, me responden lo mismo: ¡Ya está! ¡Tienes que escribirlo!

¡De ninguna manera! El sujeto no se merece la más mínima mención, ni una palabra. Quiero sepultarlo y mantenerlo para siempre en calidad de occiso sin identificar. El asunto me molesta. Lo recuerdo y me agito incómoda. ¿Cómo pude ser tan idiota? ¿Porqué me puse en una situación así?  ¿Y esas tres horas que perdí, cómo mierda las recupero?

Mi semana no puede estar peor.


El documental de la Revolución está casi terminado pero el Director, inseguro, sigue dándole vueltas a las secuencias que ya había aprobado y cada día nos sorprende con cambios en el guión. Mi asistente y yo, queremos asesinarlo.

Me inscribí a una carrera de 10km que será en pocos días y no he entrenado. Por si fuera poco, he dormido poco, comido nada y he abusado del tabaco. Menuda atleta soy. Mierda.

Suena mi celular. En la pantalla leo el nombre de la Productora de Machín Patán. Me ofrece un proyecto de esos que llamamos “bomberazos”. Se filma mañana, se entrega 24 horas después. La paga es poca pero lo acepto sin reservas porque necesito el dinero. La Navidad está a la vuelta de la esquina y todavía no he encontrado un sitio donde vivir. Pienso en Sylvia la del Tarot y enfurezco de nuevo.
¡Qué ironía! De todos los catres que me vaticinó, sólo uno fue cierto y ni del sofá pasamos. Qué pifia.


Dos minutos después mi teléfono suena de nuevo. Es Machín Patán: Mi amiga. Me pide que lo vea  mañana, en el set. Le doy las gracias – tal vez muy efusivamente-, por el proyecto y responde:


-No me agradezcas. Va a ser una pesadilla.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Una cita a ciegas: Víctima desconocida ( y 5)

     Tengo el recuerdo de esta imagen que me inunda la mente. Una pintura de Degas; una mujer hermosa de torso desnudo y de espaldas, con la cabeza inclinada hacia el frente. Salida recién de tomar un baño, se acicala. Todo en el cuadro rezuma feminidad y se yuxtapone, no de un modo grotesco sino en una rara armonía  al breve instante en que miré a este hombre semidesnudo. Sigo pensando lo mismo. Es femenino. Lo hace femenino el gesto de desnudarse frente a mi. Este aire de pasividad que lo rodea.

Se viste. Ropa cómoda y casual. Jeans y playera. Qué alivio. Me imagino que podríamos ir a tomar algo, a cenar porque me muero de hambre y lo que me ofrece es sentarnos en un sofá a ver un documental de alpinismo, proyectado en la pared desde un videoproyector. Un déjà vú inmediato: en algún mensaje directo de Twitter ya me había invitado a ver Lost en su sofá. “It’s my best shot” escribió en un intento por convencerme a salir el viernes pasado por la noche, cuando yo ya le había explicado que tenía al Majito en casa. Y me acuerdo también que en ese momento empezó a sonar una sirena de alarma, fuerte y clara: ¡Alerta! ¡Alerta! Y la pasé por alto. No hice caso. Y aunque ahora vuelvo a escuchar esa sirena en mi cabeza: ¡Alerta! ¡Alerta!, tampoco hago caso y me quedo sentada en el sofá mientras las primeras imágenes de cumbres nevadas y remotas empiezan a bailar en la pared.


Platicamos mucho del tema; el alpinismo parece ser una de sus genuinas pasiones y me narra con detalle ascensos que a mí me parecen de fantasía. El Pico de Orizaba, el Nevado de Toluca. Algún pico remoto en Europa. Escalada de pared y montaña. Es curioso: mi ex marido también es alpinista, o lo fue al menos en sus tiempos de juventud. Estoy aburrida. No entiendo muy bien qué hago aquí.

Estamos sentados muy juntos en el sofá. De vez en cuando me mira a los ojos y sonríe. Tiene una linda sonrisa. Halaga mis hombros. Y le sorprenden los surcos, cordilleras y valles que dibujan los músculos de mi espalda, visibles gracias al escote de un top corte halter, que decidí usar para el encuentro. Me giro y de espalda a su cara extiendo los brazos arriba y a los lados y él parece muy divertido señalando con la yema del dedo el movimiento de esos músculos. Me toma por los hombros para acercarme a su pecho, donde me recuesto. En la pared todo sigue lleno de nieve. Y todo comienza con un masaje inocente en mis hombros.

Esto está mal, pienso. Muy mal. De la nada el hombre me ha puesto las manos encima y ahora sí, estoy a punto de levantarme y correr a la salida. Y luego me asalta la duda: ¿Se puede? ¿Puede una sucumbir a la piel del otro sin ningún preámbulo? No hay nada, ni siquiera una mirada que me haya hecho desearlo. No me he preguntado  qué se sentirá besarlo, no tengo curiosidad por el olor de su nuca. Aquí no hay nada. No hay luces tenues ni semi penumbras, no hay complicidad ni cortejo. No hay miradas furtivas a mi boca –de la que se confesó fan-, y sin embargo, me pregunto de nuevo: ¿Se puede?

Mi curiosidad me juega la mala pasada. Decido quedarme y suspiro muy profundo logrando relajarme. Cierro los ojos y trato de no pensar en nada. Sólo en esas manos que de los hombros bajan a la cintura y ahora suben por todo mi frente, sus dedos por debajo de la tela, se detienen a explorar la base de esa cordillera que son mis senos pequeños,  y después escalan a la punta. No consigue arrancarme un gemido pero la sensación finalmente empieza a ser agradable, tibia, de cascabeles conocidos.

Aquí no solo falta algo, pienso. Falta tanto. Le pido algo de beber. Una cerveza me encantaría, un tequila haría el milagro. A cambio me ofrece agua o cerveza sin alcohol y me explica que dejó de beber hace muchos años. Cuando era niño me imagino, porque es joven. Y a sus 34 o 35 años ya no bebe. Uchala.

Me conformo con el agua y el ambiente se mantiene insípido. Regresamos al sofá a besarnos. Besa bien creo, pero ni el agua, ni la iluminación ni nada en él consiguen aumentar un poco la temperatura en nuestros cuerpos. O al menos en el mío. Le pido bajar la luz o apagarla. Se niega. Le pido también poner un poco de música. La luz del proyector es tan fuerte y tan impersonal como el mostrador de una farmacia del barrio. Como la sección del pan en el súper. Está fatal esto. No hay música, dice. No lo puedo creer. Insisto tanto, que revuelve varios cajones hasta dar con un dvd de un concierto de Julieta Venegas, que ahora canta desde la pared. Pienso que lo que me está matando son la luces de el proyector. Tonta de mí: las confundo con las otras, las de el sistema de alarma, las que giran furiosas desde hace un rato pidiéndome que abandone este barco.

Los besos siguen, sin misterio pero con buen tono. En algún momento se me cae un arete y lo buscamos por todos lados, sin éxito. Mierda. Reintentamos con los besos y las caricias. Y lo hacemos bien. Extendidos en el sofá, caigo en cuenta de que soy yo, la que está encima de él. ¡Mi dios! ¡Qué femenino es este tío! ¿Qué hace debajo de mi?

Y a pesar de la iluminación fluorescente anti lujuria, a pesar de que no hay alcohol, a pesar de su silencio y la ausencia de alguna frase cachonda, a pesar de la voz de la Venegas que resulta más estridente que sugerente, a pesar de cada uno de estos tropiezos y las luces de alarma que todavía veo: Fuertes y claras, rojas y verdes, consigo excitarme de verdad. Supongo que a él le ocurre lo mismo. Fuera playeras. Me recargo desnuda en su torso y entonces olvidada del mundo puedo sentirme, finalmente, un volcán que bufa, anunciando una erupción.

Arrebolada y atrevida, me incorporo y me quito los jeans y descalza camino hasta su cama. Aquí se está mejor,  en este colchón grande y mullido, la oscuridad y el silencio oportunos. Siento que recorro el último trecho hacia la victoria. Cruzo una pierna sobre la otra y escucho mi propia voz llamándolo, invitándolo.

Desde afuera, desde el sofá, responde:

-No.

-Anda ven-, insisto.

-No.

Silencio. 

De repente siento frío, como si una neblina helada empezara a invadir todo el espacio disponible. Un mal presagio. Y antes de que la bruma me cubra por completo pregunto todavía, entre juguetona y perpleja:

-¿Por?

Aún antes de que responda, ya estoy petrificada.

-En mi cama no puedo. Es algo personal.

Silencio.

Mierda. No me puedo mover. Estoy helada. Esto parece una mala broma. No hago nada, giro la cabeza hacia la ventana y consigo que mis pulmones se llenen de aire. Afuera, un perro ladra en la noche. Respiro de nuevo. Cuento. Cuento despacio hasta diez. En el paso del ocho al nueve percibo el rubor que empieza a reptarme despacio desde la punta de los pies; la sensación de bochorno, de vergüenza profunda que me quema desde las entrañas y sube por mi esófago como la agrura del horror.
Me quema el bochorno, la vergüenza.
La humillación.

Cierro los ojos y los abro de nuevo. Me cercioro de poder mover todas las articulaciones. ¡Voilá!  Me pongo la “cara de nada” en el rostro. Camino hasta donde mis jeans se quedaron tirados, me los pongo ágil y precisa. Me subo a mis tacones rojos de nuevo. ¡Ja! De nuevo soy más alta que él y sonrío y le pido con mucha cortesía que me acompañe a mi auto.


Caminamos en silencio. Desde uno metros atrás desbloqueo los seguros del coche. Abro la puerta y giro la cabeza para mirarlo por última vez. Disfruto como nunca el hecho de que , por unos cuantos centímetros, mis ojos se inclinan hacia abajo para buscar los suyos. Es corto de estatura.
Sonrío, sonríe. Me despido y me voy.


Esto de los romances tuiteros es una putada, creo.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Una cita a ciegas: Víctima desconocida (4)


     Su taza de café está vacía. La mía también. En una charla rápida hemos pasado por muchos temas. Es un tipo inteligente y un buen conversador.

Después, con un tono por demás casual, dice:

-¿Me acompañas un momento a mi casa? Quisiera quitarme la corbata.

Vive a veinte metros del café. No entiendo mucho. Si la corbata le molestaba ¿Porqué no se la quitó antes de venir al café? ¿Se trata de un pretexto para llevarme a su casa?

Pienso que en este rato breve no ha dado la mínima más señal de que yo le guste.  Estoy perpleja y sin embargo, dejo que me guíe.


Su casa es un departamento en un tercer piso, sin ascensor. Me enseña el lugar. El recibidor que hace las veces de sala y el estudio. Al fondo, una cocina pequeña. Regresamos sobre nuestros pasos y entramos a una habitación multiusos que sirve como armario y depósito de todo el equipo de los deportes extremos. De una pared cuelga un saxofón cuya superficie brillaría, de no ser porque al parecer, no le han pasado un trapo húmedo en los últimos tiempos. A la izquierda descubro otra habitación donde su cama llena casi todo el espacio, y adonde él se dirige con soltura mientras me platica de los descensos en paracaídas y sus prácticas de alpinista. Yo sigo mirando a mi alrededor. Hay zapatos por todos lados. Botas en modelos variados y una colección de trajes de paracaidismo. Huele raro, a ese tufillo de calzado que no se guarda con pudor. Cuando giro la cabeza para responder a algo que me ha preguntado, lo descubro quitándose la camisa, despacio, con cierto desenfado parece. Le miro un segundo el torso completamente desnudo antes de girar de nuevo la cabeza y mirar fijamente los trajes de paracaidismo. Así me mantengo, sin moverme, sin saber qué hacer. No entiendo. ¿Porqué alguien que acabo de conocer –¡por dios! no ha pasado una hora-, se está desvistiendo delante de mi?

Lo miro de nuevo y ahora está quitándose el pantalón.

¡Los clavos de Cristo!

Apenas tomamos un café y charlamos un poco. No hubo en ningún momento alguna señal de mutua atracción. Ni fue coqueto, ni me hizo reír. En ningún momento me dijo que yo le gustara, un halago siquiera. O de repetirme en la cara y de frente, aquel mensaje en Twitter que decía: “Soy fan de tu boca, Maja.” Nada.

¡Claro! Leyó este blog y piensa que soy una comehombres o algo parecido. Tal vez es de esos “seductores” que cree que sus músculos y piel son infalibles.

¿Y qué espera? ¿Qué yo le salte encima? ¿Se piensa que soy la Mujer Dragón?


Sigo con la vista clavada en los trajes de paracaidista. No sé que hacer. Mierda. Sería buenísimo acercarme, recorrerlo despacio con los ojos, plantarle un beso en la boca y luego susurrarle despacito al oído y sonriendo:

-Siete mil pesos la noche. ¿Te animas?

Pero no lo hago. Tarada. En lugar de buscar mi bolsa y despedirme veloz, me quedo ahí, tan cool, como si estuviera tan acostumbrada a que los hombres se desnuden ante mis ojos. Me retiene cierta curiosidad, lo confieso.

¿A dónde puede llegar todo esto?

lunes, 9 de mayo de 2011

Una cita a ciegas: Víctima desconocida (3)

   Estaciono el auto con cuidado. Me veo por última vez en el espejo. Todo está en orden. Bajo de mi coche y camino los pocos metros que median de la esquina a la barra del café  donde acordamos el encuentro. Me acomodo con cuidado la pashmina negra sobre los hombros. Avanzo un poco más y lo veo por primera vez. Está sentado en una silla alta de frente a la barra que da a la acera. Me mira y conforme avanzo lo observo también con atención: viste traje y corbata. Se ve tan formal que me cuesta imaginarlo como al aventurero explorador con quien he intercambiado mensajes en Twitter desde el viernes.


   Mis tacones rojos, son un equívoco. Mierda. Lo imaginaba más alto. Por lo menos más alto que yo y valga decir que lo es, sí en lugar de haber elegido estos zapatos coquetos, caminara descalza. ¡Ja! Trajeado y cortés me recibe con una sonrisa y un beso en la mejilla. De frente a él, recibo la segunda sorpresa de la noche: es realmente fotogénico, de esos afortunados a los que la óptica de cualquier cámara esculpe.  Es guapo, pero no tanto, no como en sus fotos. 


   Tiene algo que me inquieta: algo en su gesto o en la mirada. O la mirada y todo él. O la manera como habla. Delicado. Lo miro fijamente con cara de entender lo que dice, y que no entiendo porque no le he puesto atención;  sigo sin descifrar lo que advierto y al mismo tiempo no reconozco. Sonrío. Hablo un poco también.

Sonríe.

Descubro que es femenino. Advierto: no afeminado.

Femenino.

Y eso, tampoco me lo esperaba.

Mierda.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Una cita a ciegas: Víctima desconocida (2)

    Twitter. Punto de encuentro. 3 o 4 comentarios encantadores que se refieren al blog. Pasan unas horas, y luego una avalancha de mensajes directos de una coquetería casual e intencionada. Me despierta la curiosidad. Me invita a ver las fotos que ha colgado en su perfil de Facebook. Click. Hay montones de fotos tanto como de temas. Y lo que veo, que es obra de su autoría, me gusta. Es un buen fotógrafo y tiene piezas de una belleza particular. Sensible.

   Me detengo también en la foto publicada en su perfil, en sus retratos. Mira a la cámara con cierto desenfado y tiene la sonrisa socarrona. Es un guapo. Fotogénico. Guapo. En otra serie se ve en la punta de una roca con equipo de alpinista y un paisaje en el horizonte de una belleza exótica. Descensos en paracaidas. Le gustan ciertos deportes extremos. Me gusta eso. Regreso al Twitter y le escribo que sus fotos son muy buenas. Por favor haz un click de “Me gusta” si hay alguna que te haya gustado mucho. Regreso a Facebook y hago lo que me pide. Ingenua.


   En un mensaje más tarde, me felicita por la constancia con que corro muchos kilometros cada mañana.(!!)


   Entró a mi perfil de Facebook. ¡Qué tarada! En una jornada de twitter, acabo de perder el anonimato con un desconocido que ha leido este blog. Ahora sabe mi nombre, conoce mi rostro. 

Me pongo a temblar.

martes, 3 de mayo de 2011

Una cita a ciegas: Víctima desconocida (1)


   
   Reviso mi imagen por enésima vez en el espejo retrovisor, frunzo los labios. Pienso si debería retocármelos de nuevo, giro la muñeca buscando mi reloj y me cercioro de estar a tiempo. Me gusta ser puntual, odio llegar tarde. Me angustia la idea de tener a alguien esperando. Es una tontería. Me faltan un par de semáforos y buscar el café de la esquina donde quedamos de vernos. Respiro profundamente. Me asalta la inquietud. Claro, estoy nerviosa. Estas cosas nunca jalan. ¿Y si estas cosas nunca jalan, qué hago aquí?

    Tomo mi celular de la bolsa, busco un número en la pantalla, espero.

-¿Maja?
-Voy a una cita a ciegas.
-¿Dónde lo conociste?
-Todavía no lo conozco. Ja.
-¡Maja! No vayas a ir a su casa.
-¡Cómo crees! lo voy a ver en un café, cerca de tu casa, anota la dirección.
-Te llamo en un rato. Con cuidado Majita.
-Gracias Maja. Te quiero.

    Guardo de nuevo el celular en la bolsa y recupero el buen humor.
    ¿Qué podría salir mal?

   Mi prima Yaya no organizó el encuentro pero sí la posibilidad de conocernos. Vía Twitter. Un follower más, que comenta simpatico, algo sobre el blog. Mi Linda pariente se encarga también de exaltar  con un entusiasmo sincero y arrebatado, sus virtudes: escribe padrísimo, buen fotógrafo, es culto, inteligente, guapo. Es lo que sabe de él,  porque Yaya no lo conoce personalmente, aunque compartieron primaria y generación. Habla de él como de un cuate, digamos.


   La última vez que acepté una cita a ciegas fue en el verano pasado: el resultado catastrófico. Eso sí, ninguna amiga piadosa me la organizó. Lo conocí en el pornosite sin que mediara plática puerca de por medio; más bien me hizo llegar un correo gentil sin intenciones explícitas. Respondí. Chateamos en el messenger. Lo sorprendió mi buena y pulcra ortografía. Pensé lo mismo de él. Dueños de una coincidencia geográfica –su oficina está a 10 calles de la mia- le acepté un café en un Starbucks cercano. Me envió una foto, que le reenvié a la velocidad de la red, a mi amiga Gonsen quien sin tapujos sentenció: Tiene cara de Pervert, Maja. -¡Pero si es igualito a Memo Arriaga! -No sé Maja. Tiene cara de Pervert.

   No tenía cara de Pervert, pero si una mirada de perro triste que le daba cierto encanto y que contradecía de algún modo, su físico más bien fornido y de piel morena;  lo que terminó con alguna vana ilusión, fue esa voz de titino que le salía de la garganta.  
No sólo la voz, el tono monótono y pusilánime de quien parece que habla hacia adentro y que, aquella tarde, me hizo repetir muchas veces: ¿Qué? ¿Cómo? No te escuché.

   Estas cosas nunca jalan, me digo de nuevo. Sin embargo, ya estoy aquí, en otra cita a ciegas. 


viernes, 11 de marzo de 2011

El Pibe: De regreso


Mi celular vibra y suena hasta caerse de la mesita de noche. Lo tomo del suelo y leo en la pantalla: “Nuevo mensaje Pibe”

Abro el mensaje y leo una frase de dos palabras.

Quiero tenerte

Tarado. Después de una ausencia larga de varias semanas, su saludo falto de sutileza y decoro, no me sorprende. Tarado. La irritación que me provoca la desparramo vuelta sarcasmo en mi respuesta.

Hola Pibe hermoso. Qué bueno que regresaste!!!! Te fue bien?

Perdón. Hola Linda, estoy de regreso. Espero verte pronto. Besos


Dejo pasar media hora antes de escribir:


Besos.



Sonrío porque se que en los siguientes días se vendrá una avalancha de mensajes y cualquier tarde estaré dispuesta a verlo de nuevo. Lo extraño. 

jueves, 10 de marzo de 2011

La actriz más bella: ¿Sabes?



¿Sabes lo difícil que es imaginar lo que no ha ocurrido?

¿Imaginarte el cuerpo desnudo de ave al vuelo?

¿Sabes del delirio de imaginar mi lengua en tus labios?

¿Dibujar con mi lengua tu boca?

¿Te imaginas mis ganas?

¿ Mis brazos abrazándote las piernas?

¿Quieres imaginar mi curiosidad?

¿Te imaginas mis dedos trazando curvas por tu cuello largo? 

¿Imaginas el deleite con que rozo cada pedacito de tu piel?

¿Sientes mis labios buscando la cuenca entre tus pechos?

¿Sabes que ahí me quiero quedar?

¿Sabes que imagino tu aliento en mi hombro?

¿Sabes que te imagino un sabor que no conozco?

¿Sabes?

viernes, 4 de marzo de 2011

Pase y adivine. (Por tiempo limitado)



Esta es una de las fotos del festejo. La hermosa actriz rubia no está presente. Yo si. Los que me conocen, abstenerse. A ver si con esto los hago comentar.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Mi Maja: Un chat




Maja!

Oh Maja!

Cuentame de la actriz!

Soy una tarada Maja, me vi re lenta.

Naaaaaaaa

Alguien que me mate por no saber ligar con guapas.

Maja, no tenías que hacer nada, ella te estaba ligando a ti y ya está.

Y porqué no me llevó? a su cama, digo.

Bueno Maja, pues no era tan rápido, pues.

Ja!

Tiene lo suyo la actriz. Y eres todo su perfil: Buga, con hijo. Según se le gustan así.

Ja!

Te organizo un encuentro? Iba con una amiga mía. Hoy en la noche le llamo.

Pues, esas cosas nunca jalan Maja. Tu crees?

Oh Maja! Qué escándalo!

Cuál escándalo? Si todavía no hay escándalo.

Si Maja, es un escándalo ya.

Por? Alguien dijo algo? Jesús del huerto!

Maja yo lo vi. Estabas sonrojada intercambiando lentes con ella…

Si. Ja! Estaba sonrojada y paralizada.

Le voy a llamar a mi amiga y te aviso.

Oh Maja…

Ay Maja!

lunes, 28 de febrero de 2011

El cumpleaños de mi Maja: (y 2)




     Estoy sola de nuevo en el sillón. Engarrotada. Aburrida. Creo que lo más sensato sería levantarme y escabullirme con gracia. Irme a mi casa. No hay más, pienso.

Camino hacia la salida y me doy cuenta de que casi todo el mundo está afuera. Desde que la salud es un tema de la agenda mundial, en los bares sin terraza, los festejos suelen dividirse entre lo que ocurre afuera, en la banqueta y lo poco que ocurre adentro: una Maja zozobrando. Porque en todo caso, los no fumadores acompañan a los fumadores en el exterior, y yo tengo a atravesar esa pequeña multitud para llegar a mi auto. Buenísimo.

Me detengo en la puerta. Miro distraida. No hago nada. El efecto adverso del redbull no es solo haber perdido el sueño sino la movilidad. Me imagino que como el botox en la cara, el redbull entumece  el cuerpo y sobre todo paraliza el cerebro.

Sin darme cuenta, alguien se aproxima a mi y dice:

-¡Qué lindos lentes usas!

Después de varios segundos consigo reaccionar. La que me lo ha dicho es la hermosa actriz rubia.


Me quedó helada y al mismo tiempo pareciera que la sangre muy lentamente empieza a circular de nuevo por mis venas, con un efecto de total efervescencia.

Me sonríe y me da la espalda pero sin alejarse demasiado. !Qué tal! Pudo haber elegido a cualquier otra, esta noche sobran las guapas, pero se dirigió a mi y no lo puedo creer.

Se acerca de nuevo:

-Que lindos lentes, de verdad.- repite. Y yo no pierdo la oportunidad de responder.

-Son de verdad- le digo al tiempo que me los quito y se los ofrezco. –¿A ver los tuyos…?

Mi gesto no duda, si bien mi respuesta carece de chispa, el brazo que se extiende hacia ella, es una invitación a un roce de manos. Contacto físico.

Cada una se acomoda los anteojos de la otra. Nos miramos. Se ve linda con los míos. Los suyos sin embargo, so re masculinos, como todo en su atuendo hoy. Y no por ello feos. Que conste.

-¿Lo ves? –dice. –También los míos son de verdad.- Sonríe. -Te quedan bien.

Yo la miro en silencio. Petrificada. No se me ocurre que más decirle, sonrío un poco. Ella se gira, no sé si bailotea o algo así, sus ojos ya no están puestos en los mios. Mis ojos no se separan de su figura. Me pregunta algo, no sé que. Creo que hablamos un poco de mi trabajo. No dejo de mirarla. Su atuendo, ese porte de niño-niña me tiene un poco perpleja. Cuando se acerca a decirme algo, descubro que tiene unos ojos que me quitan la respiración, de un verde muy clarito. Como un kiwi recién partido. Me encantaría decírselo. No puedo. Me tome un redbull y tengo las neuronas en Idle.

La observo. Parece un chavito jugando a dominar un balón y mi atención al mismo tiempo y a toda costa. Lo consigue. De tanto en tanto comprueba que la sigo mirando. Las botas toscas, la chamarra que le cuelga un poco de los hombros. Mi mira de nuevo y se acerca. Quiere saber mi nombre. Respondo.

Mis ojos no pueden dejar de recorrerle las mejillas, tiene una piel divina. Los pómulos altos y aterciopelados. Con sus ojos puestos en los mios dice muy lentamente:

-Tienes el nombre más hermoso que he escuchado en mi vida.

Y no se refiere al Maja. Se refiere a las cinco letras que componen mi nombre. Y lo repite un par de veces. El efecto es demoledor.

-Yo me llamo tal. Mucho gusto, Maja. –Maja. Y lo dice de nuevo. Y yo hiervo en las ganas de decirle que ella también tiene un nombre espectacular, como toda ella. Quiero decirle que es la más guapa y talentosa. Que sus ojos me tienen hechizada. Que el gusto es todo mio. Pero no me atrevo. Simple y sencillamente no puedo. Me quedo muda. Soy como esa bolita de colores que aparece en la pantalla de mi compu cuando no puede ejecutar una tarea. Todo está en pausa. Estoy trabada. Es el redbull. Es ella que me intimida, de tan bella.

Rezo por dentro. Me imploro a mi misma: ¡Dile algo, haz algo! ¡Actúa!

No puedo dejar de mirarla. Ella no puede dejar de moverse. La recorro de arriba a abajo y de sur a norte, de nuevo. No puedo evitar detenerme en los senos que se le adivinan apenas a través de la tela suave de algodón de una camiseta de corte varonil. Ni manera de decirle eso tampoco.


¡Dile algo! ¡Cualquier cosa! ¡Hazla reír!


Se acerca despacio de nuevo, mi mira fijamente, sin parpadear. Intuyo la despedida.

-De verdad, tienes el nombre más hermoso que haya escuchado jamás. Me encantó conocerte.

Se aleja. Se me queda un grito atorado en la garganta. No te vayas, no me dejes.

Es tarde ya. Puta madre. Entro de nuevo al local, me encierro en el baño. Me miro un par de segundos frente al espejo del tocador. A mi reflejo le digo de frente: Qué estúpida. Me lo repito a mi misma: ¡Qué estúpida soy!

Cuando salgo de nuevo, de la actriz hermosa y rubia, vestida a lo James Dean, no hay rastro. Su imagen como una impronta en mi  cabeza, su boca deliciosa repitiendo mi nombre.


Es tarde. Logro escabullirme. Busco las llaves del coche en mi bolso. Me acomodo en el asiento, me abrocho el cinturón y regreso a casa. Suspiro una y mil veces más. 

viernes, 25 de febrero de 2011

El cumpleaños de mi Maja: (1)


     


     A pesar de que es un poco tarde, el antro gay  que es donde hoy se festeja a Mi Maja, dista mucho de lucir abarrotado; más lleno que vacío eso si y con caras que reconozco con facilidad. He venido muchas veces y puedo recorrerlo con la familiaridad de un parroquiano. Rodeo mesas y grupos saludando gente –en su mayoría chicas-, mientras busco a mi amiga para abrazarla y felicitarla. A su lado, su mujer, esa Jess que siempre parece salpicada de una lluvia de fuegos artificiales y cuyo sentido del humor, que se columpia entre la ironía y lo macabro, me hace sentir bienvenida siempre. Pasada la formalidad y el afecto del saludo, dejo que la festejada se pierda por ahí rodeada de las amigas y amigos que han venido a celebrar.

Me encamino a la barra, dibujando zetas con los pies. Mierda, estoy molida y de un humor obscuro todavía. Sin dudar, sintiéndome ruda como en cantina del viejo oeste, le pido al cantinero un redbull, derecho y pagado al acto. Sin manera de anticipar lo equivocado de mi elección, me lo bebo en tres sorbos gigantes con la esperanza de que me regrese la energía al cuerpo y el calor al alma. Por lo menos ya no bostezo.

Una vez más, mis ojos pasean por el sitio, con la pequeña ilusión de toparme con la guapa y alta productora de radio, con quien nunca he platicado pero que siempre que coincidimos me coquetea con ese estilo elegante de dama espigada que tiene. No la veo.

El mal humor resultado del sexto juego no se desvanece aún y por un momento recapitulo en que lo sensato que habría sido pedir 3 tequilas al hilo y no la infusión esa que me tiene tiesa. Como sin gracia, como títere al que le han cortado los hilos.

El dicho de una conocida confirma mis temores:
-¿Qué te pasó Maja?, tu que siempre vienes con falda y tacones y estilo.

Me acaba de sepultar. Mierda. ¿Tan mal me veo?

Pero la sonrisa de autómata no me abandona la cara; salpico un poco de plática por aquí y saludo a otros y otras por allá. Me siento como un robot oxidado. Resignada y aburrida, me dejo caer sobre un sillón de frente al muro. Y frente a mi se desparrama Lola una bellísima actriz morena, derrochando gracia y simpatía. Echa un vistazo y declara resignada:

-¡Las mismas caras de siempre Maja! Yo que venía con la ilusión de ligarme a una guapa.
-Si, -respondo sonriendo- las mismas de siempre, querida.

-¿Cómo es que no hay una cara nueva? –me encojo de hombros.

-Bueno si hay- me dice al tiempo que su mirada se pierde detrás de mi hombro.

Giro la cabeza y sus ojos me llevan a un cuerpo de espaldas en unos jeans holgados y una chaqueta de cuero de corte masculino. Descubro una cabeza de pelos muy cortos rubios y peinados hacia arriba, en un estilo casi Punk o soft Punk.

-¿Quién es? -Pregunto con el dejo de indiferencia en que me tiene sumida la bebida energizante.

-Es actriz. ¿No la reconoces? Bueno, se cortó el pelo. –Me dice su nombre y giro de nuevo la cabeza para tratar de enfocar mejor la silueta de la actriz famosa que todo el mundo conoce, hasta yo.

- ¿Y? ¿Porqué no te la ligas? -Le pregunto a la actriz morena.

-Eso no se me da Maja. No sé ligar, a mi me gusta que me liguen.

A mi también me gusta que me liguen, pienso

Las dos seguimos observando la espalda de la actriz rubia que no ha dejado la barra y que tampoco se ha girado para verle el rostro. A esta distancia y con mi astigmatismo de todos modos no podría distinguirle las facciones.

-Es que no sabes Maja…

-¿Qué?

-Se dice que es una diosa en la cama. De fama legendaria.


Cama… Diosa…



No lo puedo evitar. Por más que trato de permanecer impávida y cool, mis cejas dibujan un arco en mi frente en un gesto de franca curiosidad.

jueves, 24 de febrero de 2011

El juego de Beis



     Desde que empezó la primavera yo ya soñaba con este otoño idílico. Alimenté la esperanza al paso de los meses y el verano entero, y con el repaso de cada estadística, promedio de bateo y posible rotación abridora. Le dediqué horas a cada entrada, a cada lanzamiento y leí puntual a cada analista experto que pudiese despejar cualquier incertidumbre. Una vez más, mi equipo alcanzó la post temporada y después de una serie de división ganada en tres juegos al hilo sin ver derrota, con ligereza y arrogancia, restan 7 juegos –o menos-, para la gloria de otra Serie Mundial. Y yo me he preparado con esmero para la grandeza.

El béisbol me gusta tanto que cualquier cosa y todo lo demás, deja de ser importante. Las tribulaciones del diario pasan directo al sótano en mi torre alta de prioridades.. En esta semana clave de Serie de Campeonato, me olvido de los catres y los AguasFuegosTierrasAires que no han aparecido en mi vida. Desecho a Muy Lindo y su ñoñez sin remedio, a Machín Patán y sus ricitos cobardes,  a El Pibe y su sonrisa de gato de Cheshire, y que sin embargo empiezo a echar de menos.

 Envuelta en una laxitud que mi madre juzga exasperante, el Majito a sus anchas sabe que puede trasnochar, comer encima de mi cama y transgredir las reglas más esenciales de nuestra convivencia juntos; puede, con la mano en la cintura, brincarse el baño y hasta la escuela si el juego da para extrainnings y el desvelo sea tal, que me haga sentir una mala madre por no respetarle las horas de sueño necesarias para su buen crecer. Incluso él mismo se comporta generoso e indulgente conmigo. Renuncia de buen grado a los programas que le gustan en la tele y memoriza bañado de mi pasión, el line up del equipo contrincante. La alineación de los nuestros la tenemos tatuada en la piel gracias al fervor de los 162 partidos y sus entradas, jugados en la temporada regular.

Para este goce total y desvariado de la post temporada, he tomado ciertas providencias; empiezo a trabajar más temprano cada mañana e incluso he adelantado trabajo en horas robadas al  fin de semana. El esfuerzo lo vale, el beis lo vale. Todo se reduce a esto, que no es poco. Otra Serie de Campeonato.

 Dos minutos antes de que den las seis de la tarde, cierro mi compu y me encamino a la pantalla; El Majito tiene ya dispuesta la botana: cacahuates, palomitas, salchichas cocktail con limón y tajín, y por lo menos 4 cervezas heladas en una cubetita con hielo. El ambiente de una cantina, pero mejor. Contundente y resuelto afirma que nuestro abridor para este juego, se ve mejor que nunca. Su argumento irrebatible al compás de los saltos de cabra loca sobre el sofá; me enseña su mecánica de lanzamiento para un slider, curva, cambio de velocidad y una recta contundente de 4 costuras. Y hasta de tres Ma’, me dice el Majito que acaba de inventar ese lanzamiento. Lo miro completamente embobada, me regodeo sola en la fantasía y vislumbro a este peloterito uniformado a rayas disparando rectas con su bracito largo y perfecto. Una vocecita dentro de mi cabeza me recrimina un poco: Mira en lo que has convertido al muchachito.

Hijo de Tigre.

Lo cierto es que desde el  primer juego, el sábado pasado, después de remontar en la octava una desventaja de 5 carreras y con una victoria desbordando adrenalina salpicada de azar, los juegos subsecuentes han sido un sendero cuesta abajo. Texas ganó 3 al hilo, el del miércoles nosotros con el lanzador en la lomita, si no inspirado, al menos efectivo . El de hoy, el juego 6, es decisivo. Si mi equipo no gana, se avecina un largo periodo de duelo, de estiaje, de meses sin beis; la espera eterna hasta la siguiente primavera, al 31 de Marzo del 2011; tan lejano, tan borroso. Qué desdicha.

Pareciera que este encuentro se decide desde la segunda entrada; la orden desde la cueva para una base por bolas intencional, el desacato del lanzador quien literalmente la avienta descuidado a metros de distancia del guante del receptor, por encima de la cabeza del Umpire. El jugador que desde la intermedia avanza hasta la antesala. No ha cruzado el plato y ya es la carrera que les asegura la victoria, el pase a la Serie Mundial. La frase reza: Esto no se acaba hasta que se acaba. Mierda, es que ya acabó.


Ni siquiera me quedo a ver la séptima, la fatídica. El juego está perdido desde hace rato y no ya no tengo ánimos de llegar hasta la novena. Regreso a mi compu hecha una furia. Mi asistente pregunta por el marcador, ladro como pitbull con rabia, echando espuma por las fauces. Le echo un vistazo al documental de la Revolución cuyo proceso de trabajo se ha convertido en una pesadilla. Pego dos secuencias, recorto un poco lo que me parece muy largo. Por dentro puteo al mundo y a todos los jugadores de beis que me vienen a la cabeza. En la tormenta furiosa de mi mente, atrás de tantos rayos y centellas, aparece como un recordatorio la sonrisa desparpajada de Mi Maja. Hoy es su fiesta de cumpleaños y no puedo faltar.


Encabronada y sombría escojo cualquier cosa del armario, ni siquiera me veo al espejo. Salgo corriendo a celebrar, del peor humor y con el cansancio instalado en los huesos. Es viernes en la noche. El otoño está a la vuelta de la esquina y yo me siento la viudita del Rey, ese de los deportes.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Certezas del Tarot: Recibo un mail


Estimada Señorita Maja,


Lamentamos mucho tener que informarle que ante su negativa de aceptar el incremento del alquiler del predio ubicado en … …
nos vemos en la necesidad de pedirle lo desocupe en un lapso de 60 días a partir de la fecha.

Agradecemos la atención a la presente.




***


En mi cuadernito escribí “Un posible cambio de casa” al lado del supuesto período de mucha armonía y tantos catres a la vista en mi horizonte licencioso.

Un posible cambio de casa. Lo escribí. ¿Qué va de esa línea que hasta romántica se escucha a, me echan de mi casa a patadas, con todo y Majito?

¿Qué mierda es esta? Lo que no sabe esa del Tarot, es que me siento con ganas de ir a incendiarle la casa y echarle las cartas al excusado. Estoy furiosa, por supuesto.

lunes, 14 de febrero de 2011

Muy Lindo: De nuevo Sábado.

Muy Lindo es oportuno. Esperó 15 largos días para buscarme de nuevo, vía chat (parece que de este nivel no pasaremos). Oportuno porque sabe que sólo cada quince días no tengo al Majito conmigo; sabe pues que estoy de recreo.

Sin que mediara recriminación de mi parte le dije que si; acordamos vernos hoy sábado, pero las horas pasan y la tarde avanza. La única llamada que recibo es de mi amiga La Güera que me invita al concierto de la Ofunam en la Neza y la idea de usar aretes largos y una falda al bies que se columpie por debajo de las rodillas y al vaivén de unos tacones altísimos, me seduce de inmediato. 
Sin embargo no salgo de mi casa sin mandarle un mensaje a Muy Lindo. De celular a celular. Le escribo que voy a un concierto y que nos podemos ver cuando salga. Total, nuestra actividad recreativa se circunscribe a la noche y a las sábanas así que bien podría aparecer a la media noche como esa última vez que nos vimos. Remato con un ¡muchos besos! rezumando optimismo.

Cuando salimos del concierto y una vez que mi celular tiene señal de nuevo, descubro sin sorpresa que Muy Lindo ni siquiera ha respondido a mi mensaje. Nada. Ni un acuse de recibo. La Güera que suele tomarse estas afrentas con la pasión que la distingue,  espeta al aire: Hijo de puta. La miro y sonrío. Me encojo de hombros y la apuro a resguardarnos del fresco en un lugar agradable con un tinto de por medio.

Ya en mi casa y cuando únicamente me resta quitarme con mucho cuidado las medias divinas que rematan con un encaje que se ciñe sin esfuerzo a la mitad del muslo, me doy cuenta de una rasgadura imperceptible y por lo mismo evidente. Una fisura que divide grotesca, la urdimbre de la trama. Obvia como una grieta en un desierto. Arruiné mi media nueva. Mierda. Y no tiene remedio.

Me resta una cosa por hacer. El lunes, apenas abra el messenger, Muy Lindo será nuevamente borrado de mis contactos.

De ñoñerías  estuvo bueno, ¿no?

jueves, 10 de febrero de 2011

Relato 1




      Sus manos toscas y torpes como los traspiés de un perro ciego sobre mi cuerpo y sus palabras, esas que yo le ordenaba no dejara de repetir. Eres una diosa, eres una diosa, cantaba lamentándose de tanto en tanto o cuando la noche se llenaba de un silencio insoportable y entonces eran las mías, las que azotaban el aire como un látigo y le exigían que las repitiera de nuevo. ¡Dime que soy una diosa!

Me besa el cuerpo y me lastima con sus manos. Sus dedos buscan con desesperación donde hundirse; una caverna de donde sale un eco con mi voz: ¡Dímelo! Dime que soy una diosa. Si lo eres. Eres una diosa, dice.
Soy una diosa y me revuelco perversa en mi fantasía.

Llegó así como de ninguna parte. Se sentó a mi lado y sin mediar palabra y después de un cruce de miradas, me tomó con un brazo de la cintura y me arrimó hacia sí. Me quedé muda unos segundos, sorprendida. Luego no dije nada, solo lo permití. Tenía curiosidad de saber hasta donde podía llegar este desconocido. (Hasta donde podía llegar yo con este desconocido). Me gustó el gesto atrevido, sin ninguna duda transgresor. El quebranto de toda norma de decencia.

Sus manos suben por mis piernas, cierro los ojos, sonrío. No lo miro, no me interesa su rostro, ni su figura. No sé de qué color tiene los ojos, ni recordaré su nombre. Soy policía, dice. En su mirada brilla con lujuria, la esperanza de que le apriete la verga con mis manos, entre mis tetas, con mis labios. Cerdo. Me río,  él suplica.


Me llevó más tarde a otro tugurio. A un bar de mala muerte obscuro y sucio. De atmósfera irrespirable; a través de la espesa bruma del humo de cigarro distinguí a dos mujeres que cantaban lastimosamente desde un templete improvisado. Un grupo de hombres en una mesa cercana, embrutecidos de aguardiente, callados, perdidos, asomados al abismo de la decadencia. Mi acompañante me abrazaba con entusiasmo, le brillaban los ojos. Tenía una mirada de cerdo, como de bestia al rojo vivo. Le escurría  saliva por la boca, idiotizado con la mía, con la promesa jamás hecha de mis labios sobre los suyos. Me lucía como a un trofeo, me manoseaba a la vista de todos.

Mi cintura prisionera de su abrazo, mi cabeza apoyada en su pecho. Me pierdo en su olor de fiera. Recuerdo un cuarto sin luz, sofocante y caluroso. Una cama estrecha. Me dejó sola unos minutos y me quité el collar, la falda, los tacones, el nombre y el decoro. Silencio. Lo esperé desnuda y tendida sobre las manchas de la cama, lejos de toda luz, con toda la piel dispuesta al juego. Al deseo. A la lujuria y sus espinas prometiéndome placer.

Porque sus dedos hacen ríos y llagas en mi cuerpo, de donde chupa, lame, succiona exhalando berridos de animal al fuego. Y de mi boca sale un ruego: Dime, dime que soy una diosa.

Su lengua navega por los lagos que ha formado con su saliva. Bebe el sudor de cada cuenco en mi piel. Me muerde, me saborea. Hunde la nariz hasta tragarse todo el olor que sale de mi cuerpo. Embriagado, perdido, lascivo, cerdo.

Me separa las piernas con sus garras que hieren, baja con su boca tosca a mi entrepierna y yo levanto la pelvis, me dilato, cada pliege se estira y se abre; le ofrezco un manjar, sin recato. Rebasada de impudicia. Desde algún lugar en alto, resuena mi voz obscena: Dime que soy una diosa.

Eres una diosa. Eres mi diosa.

 Me acomoda sobre su cuerpo. Mis pezones erectos en su boca sucia. Se atraganta. Me chupa con vehemencia, embelesado, bruto. Con las  manos me soba las nalgas, las aprieta, las separa. Espera ansioso, vehemente el instante de su verga en mi. Me niego. No permito que me penetre. Arqueo la espalda, levanto el culo. ¡Una diosa, dime que soy una diosa! Eres una Diosa.

Con dos de sus dedos se abre paso en mi cuerpo. Me sorprende; le regalo un alarido en respuesta de lo que he esperado toda la noche. Me penetra, me somete. Me revuelco en su cuerpo. Mi placer es su goce. Me tiene en cuatro sobre su torso, babeo por la boca, por el coño, por el culo donde se divierte con las manos. Tengo los hombros vencidos y la cabeza inclinada hacia atrás. Los ojos en blanco, la boca abierta.

¿Te gusta, chiquita? 
¿Ves cómo te meto la mano por el culito de diosa que tienes?

Dime, dime que soy una diosa. Dime que soy una puta.

jueves, 27 de enero de 2011

Machín Patán: Señoras y Amigas.



Machín Patán regresó hace más de una semana y no me ha buscado. Mierda. Lo veo conectado, me lo imagino tan campante con los ricitos bailándole en el cuello. Difícil imaginar porque ha estado ignorándome. ¿Quién se cree, este tarado?

Ni siquiera lo pienso dos veces. Ataco. Hago click en su nombre y escribo:

Psst!

Hola

Hola
Me olvidaste?    ¿Patán?


Noooo
Perdón
pero he andado como señora de Polanco
cuando no tengo trabajo, tengo más trabajo de Mamá
Jajaja
además estoy más pobre que el más pobre
un desastre
jajaja

Ja.
Si, un desastre.
Pero, estás bien?
siii
yo feliz
me dedico a cultivar mi salud y ser señora
que da mucho trabajo, más que en nuestro oficio
jajaja




Ah.  No entiendo nada. ¿Señora? ¿De Polanco? ¿De qué mierda habla?

Porqué señora? No entiendo

voy a dejar a los niños a la escuela,
los recojo, los llevo a sus clases de flamenco,
fútbol, capoeira, pintura etc etc

Ah. Ja!

Y yo que me quejo de cuánto puede ser ñoño Muy Lindo. Ahora resulta que tengo que tratar con una señora, y de Polanco. Cristo bendito, lo que me faltaba; cruzo las piernas y me pongo a tono:

Pues fíjate que se rompió el amortiguador de la lavadora! Uy!
Una tragedia! el técnico no aparece.
Esto de ser señora tiene sus matices del horror también.

Y me responde solidario; que si necesito me busca el número del técnico de la suya, que no llame a los servicios de póliza y mantenimiento porque eso siempre sale más caro y que si desde cuando no le hacía servicio…

No lo puedo creer.

Lo único que me queda claro es que se arrepintió. Me resisto a especular acerca de sus razones; ya poco importa. No vamos a arrugar las sábanas en el hotel cutre del columpio con corazones en la entrada. Buenísimo. No llegamos a amantes y ahora resulta que  somos amigas. Qué mierda esta.

martes, 25 de enero de 2011

Muy Lindo: Un Sábado más

Falta poco para que anochezca, es sábado en la tarde. Ya pasaron las horas de sol de este día y hasta este momento no sé nada de Muy Lindo. Cierro el libro que tengo entre las manos y aparto despacio las cobijas que me envuelven. Me levanto y camino hacia la cocina a prepararme un té. De regreso me detengo frente a mi compu y reviso si hay algún mail de Muy Lindo. Nada. En el msm tampoco, ni siquiera está conectado. En mi celular no hay ningún mensaje nuevo.

Regreso a la cama del Majito que es mi lugar favorito para leer. Tomo dos sorbos de té y me arropo de nuevo. Antes de tomar el libro de nuevo pienso en Muy Lindo. Pienso que debería estar un poco indignada porque no me ha buscado y quedamos en vernos. Tal vez lo debería buscar yo. Tal vez debería pasar del plano messenger al plano mensajes de celular o saltar directamente al plano de la llamada telefónica. ¿Debería? No soy buena tomando ciertas iniciativas, sobre todo si tienen que ver con Machos de Catre. Pienso en Machín Patán. ¡Qué papelón!


No. No estoy de humor para llamarlo porque en realidad tampoco tengo ganas de verlo. No hay nada en este mundo que me aparte de las páginas de la novela que estoy disfrutando tanto; hay una razón para mi indiferencia: hoy me bajó. Tengo cólico y una cita ñoña sin sexo con Muy Lindo no me apetece nadita.

Acomodo un par de almohadas para recostarme de nuevo, cambio la música y me dispongo a perderme un rato –y de ser posible hasta mañana-, en estas horas de sana paz y tantas letras.