lunes, 19 de septiembre de 2011

Víctima desconocida: A manera de epílogo.

     En un vano intento por desahogarme, les platicó a detalle, este descalabro, a mis escuderas fieles.
Yaya mi prima, Mi amiga la Güera y Mia Gon, cada una por su lado, me responden lo mismo: ¡Ya está! ¡Tienes que escribirlo!

¡De ninguna manera! El sujeto no se merece la más mínima mención, ni una palabra. Quiero sepultarlo y mantenerlo para siempre en calidad de occiso sin identificar. El asunto me molesta. Lo recuerdo y me agito incómoda. ¿Cómo pude ser tan idiota? ¿Porqué me puse en una situación así?  ¿Y esas tres horas que perdí, cómo mierda las recupero?

Mi semana no puede estar peor.


El documental de la Revolución está casi terminado pero el Director, inseguro, sigue dándole vueltas a las secuencias que ya había aprobado y cada día nos sorprende con cambios en el guión. Mi asistente y yo, queremos asesinarlo.

Me inscribí a una carrera de 10km que será en pocos días y no he entrenado. Por si fuera poco, he dormido poco, comido nada y he abusado del tabaco. Menuda atleta soy. Mierda.

Suena mi celular. En la pantalla leo el nombre de la Productora de Machín Patán. Me ofrece un proyecto de esos que llamamos “bomberazos”. Se filma mañana, se entrega 24 horas después. La paga es poca pero lo acepto sin reservas porque necesito el dinero. La Navidad está a la vuelta de la esquina y todavía no he encontrado un sitio donde vivir. Pienso en Sylvia la del Tarot y enfurezco de nuevo.
¡Qué ironía! De todos los catres que me vaticinó, sólo uno fue cierto y ni del sofá pasamos. Qué pifia.


Dos minutos después mi teléfono suena de nuevo. Es Machín Patán: Mi amiga. Me pide que lo vea  mañana, en el set. Le doy las gracias – tal vez muy efusivamente-, por el proyecto y responde:


-No me agradezcas. Va a ser una pesadilla.

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