miércoles, 21 de septiembre de 2011

Machín Patán: En el Set.


   El rodaje del proyecto tiene como locación un centro comercial, al aire libre, de esos con cafeterías y lugarcitos para comer. El equipo de trabajo se encuentra justo en el centro del lugar, atrás de una fuente. A los lados, hay mesas y sillas ocupadas por los clientes habituales que curiosos miran cables, reflectores y caos. Son las dos de la tarde y por lo que se ve, este rodaje va un poco retrasado. Mal asunto. Ya veo mi noche consumida enfrente de mi computadora, café tras café. Cigarro tras cigarro. Sin dormir.


Atravieso el lugar partiendo plaza. Nunca falta el simpático en el equipo que me lanza un piropo. ¡Ja! Sonrío.

Veo a Machín Patán sentado solo, detrás de un monitor pequeñito, al parecer muy concentrado. Rodeo la cámara para saludar al fotógrafo y a un par de personas más. La productora se interpone en mi camino para decirme que hay que tener todo listo para presentar mañana a primera hora. A primera hora no voy a estar lista, respondo. Necesito la mañana. Empiezo a sentirme agobiada. Todo urge, siempre urge.

Finalmente, rodeo con cuidado el lugar del Director. Me acerco con cuidado y lo saludo. Me ignora. No despega la vista del monitor y parece que ni siquiera se ha dado cuenta de que estoy ahí. Me hace gracia pensar que no hay escena por dirigir, ya que al modelo le están retocando el maquillaje. Uno de los meseros se acerca a ofrecerme una botella con agua. Se la agradezco porque el sol cae a plomo, hace calor y me siento muy tonta ahí de pie, ignorada por completo. Machín Patán sigue atento a todo menos a mí. Sin mirarme siquiera, me pregunta lacónico  si voy a estar lista para mañana. Voy a estar lista a la hora acordada, le digo.

No tenemos mucho más que decirnos, parece. Me alejo sin despedirme.

¡Qué Patán!

lunes, 19 de septiembre de 2011

Víctima desconocida: A manera de epílogo.

     En un vano intento por desahogarme, les platicó a detalle, este descalabro, a mis escuderas fieles.
Yaya mi prima, Mi amiga la Güera y Mia Gon, cada una por su lado, me responden lo mismo: ¡Ya está! ¡Tienes que escribirlo!

¡De ninguna manera! El sujeto no se merece la más mínima mención, ni una palabra. Quiero sepultarlo y mantenerlo para siempre en calidad de occiso sin identificar. El asunto me molesta. Lo recuerdo y me agito incómoda. ¿Cómo pude ser tan idiota? ¿Porqué me puse en una situación así?  ¿Y esas tres horas que perdí, cómo mierda las recupero?

Mi semana no puede estar peor.


El documental de la Revolución está casi terminado pero el Director, inseguro, sigue dándole vueltas a las secuencias que ya había aprobado y cada día nos sorprende con cambios en el guión. Mi asistente y yo, queremos asesinarlo.

Me inscribí a una carrera de 10km que será en pocos días y no he entrenado. Por si fuera poco, he dormido poco, comido nada y he abusado del tabaco. Menuda atleta soy. Mierda.

Suena mi celular. En la pantalla leo el nombre de la Productora de Machín Patán. Me ofrece un proyecto de esos que llamamos “bomberazos”. Se filma mañana, se entrega 24 horas después. La paga es poca pero lo acepto sin reservas porque necesito el dinero. La Navidad está a la vuelta de la esquina y todavía no he encontrado un sitio donde vivir. Pienso en Sylvia la del Tarot y enfurezco de nuevo.
¡Qué ironía! De todos los catres que me vaticinó, sólo uno fue cierto y ni del sofá pasamos. Qué pifia.


Dos minutos después mi teléfono suena de nuevo. Es Machín Patán: Mi amiga. Me pide que lo vea  mañana, en el set. Le doy las gracias – tal vez muy efusivamente-, por el proyecto y responde:


-No me agradezcas. Va a ser una pesadilla.