jueves, 24 de junio de 2010

Fue así.

Esperamos todo el día, nos esperamos todo un día.
Un beso. El sillón. Tus labios en mi cuello.
Tus dientes en mis labios.
Una de tus manos recorriéndome un muslo.
dolió
Tus labios, los mios. Un beso.
Me vine.

miércoles, 23 de junio de 2010

Gurú del sexo: Palabras de Matilde (antes Lau)





-¿y?

-amiga… la peli…  una puercada.

-¿cómo? ¿la viste toda?

-…

-¿toda? ¿te la echaste toda?

-osea Matilde… ¿tenía que ver nada más el menú? ¿o los créditos de inicio?

-jajajajaja. No mi Maja, pero no necesitabas verla toda,  un cachito y ya.

-…

-¡no puedo creer que la hayas visto toda!

-si. Y la parte del lodo, ultra cerda y el taller mecánico todos contra una. Toda.

-jajajaja. Que sonsa mi Maja

-…

-que tonta eres. Jajajaja

-…

-¿y el juguete? ¿qué tal, eh?

-pues fíjate que bien; haz de cuenta que me cogió Robocop.

-ja.

-…

-tienes que practicar Majita.

martes, 22 de junio de 2010

Gurú del sexo: AVISO

A mi amiga Lau, no le gustó su nombre en el Blog. Dice ser una chica seria -que lo es- y que para su lado obscuro prefiere Matilde.

Así que desde este momento será Matilde antes Lau.

Avisados están.

Gurú del sexo: Zorg23XXL



Los 7 botones del panel de control resultaron unas bestias intimidantes al lado del control remoto del DVD, siempre amable. ¿Play-Pause-Stop no es todo lo que uno necesita para controlar en esta vida, cualquier artilugio? Alineados en 2 columnas y sin instructivo de cómo usarlos intenté familirizarme un poco. Los del lado izquierdo hacían combinaciones con los de la columna derecha, pero en ningún lugar decía “Oprímase pulsante 1-left con pulsante d-right para una vibración trepidante”.
¡Buenísimo! Cualquier nave Lego Star Wars del Majito resultaba pan comido en comparación.
Unos encendían el motor principal, el del cuerpo del aparato y otro par controlaban el motorcito alterno es decir, al colibrí. Descubrí también que el último de la columna izquierda encendía unas  luces estrambóticas que lo iluminaban todo por dentro,  hasta el piquito, como placa de rayos X animada, con onda. ¡Bien! ahora solo le pongo Vick Vaporub al avecita y tengo mi propio rave íntimo, 
¡Uff! la tacha vaginal. Mi clítoris y el colibrí enganchados por el estado sublime de la droga.
No me hubiera sorprendido descubrir por ahí alguna bocinita oculta con ritmos punchis punchis.

Pulsé Play en el reproductor. La función finalmente comenzó. El set precario. Un sillón iluminado con el foco de la cocina, una oriental con un gordo, no banda sonora, osea no música, ni siquiera de esa barata como de elevador. Pasados unos minutos los gemidos de la chica eran insoportables. No eran gemidos, más bien chillidos o aullidos lastimosos de un animal torturado que se repetían casi con la presición de un “sampleo” obra de un DJ demoniaco.
 Mute. Porno mudo. Mejor.

Lo que sucedió después fue que el sonido del juguete inundó la habitación, ensordecedor como la licuadora o la aspiradora. Motor de “vocho” con el escape roto. Lejos de ser excitante, terminó por disparar toda mi neurosis. Ahí como pude fingí no escucharlo, nivelé el volumen de la tele y la cosa se complicó cuando hubo que maniobrar el panel de controles más bien a ciegas, o bajo riesgo de quedar chueca por la contorsión.

¿Cómo mierda me dejé llevar por el entusiasmo de mi Gurú del sexo?

domingo, 20 de junio de 2010

Gurú del sexo: Mi amiga Lau (hace algunos años)


Después de varios años de conocernos, de ser colegas de trabajo y de comentar los chismes de quienes nos rodeaban sin ninguna culpa, descubrimos también que a las dos, nos escanta la pornografía y todo lo que tenga que ver con argumentos más bien “cerdos”.  Compartíamos links de sitios XXX;  alguna vez le mandé un par de videítos bajados de la red que por ahí oculté en mi compu.; nada como tener un compañero de equipo de juegos a escondidas. Pocas cosas saben mejor. Y no cualquier amiga comparte estos gustos “sucios”.

De ahí que se perfilara a ser  la candidata ideal para asesorarme en la compra de un juguete nuevo; el anterior, –aparte de tener un aburridísimo color ocre (!?)- había dejado de funcionar. Supongo que el motorcito que hacía la gracia de hacerlo vibrar era de manufactura china.

Acordamos en encontrarnos a la hora de la comida en una de estas tiendas rosas, tan en boga en estos tiempos.

La vi recorrer segura con los ojos, esa variedad de modelos multicolores expuestos en los anaqueles. Experta como una marchanta en el mercado, tomaba un par los examinaba y los desechaba con la gracia de quien conoce el momento justo en que un melón está maduro y dulce. En dos segundos su mirada como de scanner ubicó lo que andaba buscando.

-es este- me dijo convencida- este es la onda mi Maja.

-¿este? ¿estás segura?- El Zorg23XXL que me había puesto entre las manos era por mucho, más largo que mi antebrazo. De ahí que lo mirara con un poco de desconfianza.

-sí Maja, ¿no ves que está buenísimo? mira, tiene un panel de 7 controles y el colibrí nena es importante, ¿aparte ya viste que tiene estos balines de acero para darte masaje?- de repente había pasado de doñita en el puesto de frutas a vendedor audaz y agresivo de automóviles deportivos. Me describía las características del producto como si me hablara de los caballos de fuerza de un motor 2.8

-¡ay Lau! no sé, yo me imaginaba un falito vibrador y contento no un aparato multifuncional, algo más fresa ¿no?

-¡no seas tonta, este es el bueno!- me lo quitó de las manos y continuó:- mira, ya cuando estás así, a punto, -y para ponerle énfasis al discurso empezó a contonearse como si le estuvieran dando choques eléctricos, -ya de plano cuando no puedas más- para entonces parecía  poseída por Lucifer, epilepsia o un infarto, -pues le pones a todo y… y los clientes nos miraban queriéndose morir de risa y yo de un poco de pena,  lo admito cobarde.

-¡ok basta! ¡lo compro! ¡me lo llevo! ¿me da uno de estos señorita?- le dije a la vendedora que de observar a Lau en acción, había pasado de la envidia a la admiración y por un pelo a reclutarla como jefa de ventas.

-Película no compres Maja, yo te traje una que está muy buena. -ni intención tenía, la verdad. El juguetito costaba una pequeña fortuna- el paquete de pilas sí me lo llevo señorita por favor.

Al despedirnos me iluminó con una de sus sonrisas generosas, socarrona.
-mañana me platicas como te fue, ¿eh?