viernes, 3 de septiembre de 2010

Machín Patán: Tímidos tentativos.


Es lunes. Peor aún, es lunes por la mañana. Y estoy sola, en mi oficina.
Odio esa sensación de que tengo toda la semana por delante, el viernes todavía se ve lejos y esos consuelos de: ¡Buen inicio de semana! ¡Que sea muy productiva!, no van conmigo.

Saco mi compu, la coloco sobre mi escritorio, levanto la tapa y se abren las ventanas de los navegadores que uso –la neurosis me obliga a leer noticias y béisbol en el Safari, mientras que los Blogs y el Twitter los reviso desde Firefox- así como el Chat.
En el Chat aparecen 4 personas “conectadas”, entre ellas Machín Patán. Tecleo mi contraseña en el Messenger también, aparecen otras 10 incluyéndolo. De esas diez conectadas, seis son conocidos del trabajo, dos, mis primas, mi hermano el primogénito de mal carácter y el hombre con el que quiero arrugar las sábanas. Qué mujer popular soy.

Cada vez que paso al lado de alguien que tiene abierto el MSM siempre me sorprende la cantidad de contactos “en línea” que aparecen. Superan la docena, la veintena y en algunos (muchos) casos, la centena. Alguien que tiene más de 50 contactos en MSM, seguro tiene mil amigos en Facebook y 500 seguidores en Twitter. Me sorprende siempre. ¿Cómo le hace la gente para conocer tanta gente?

Me di de baja en Facebook, obedeciendo a un principio disciplinario en donde descubrí que esta popular red social me quitaba demasiado tiempo (!?), lo cual vuelve a ser una contradicción porque de los 178 amigos que me aparecían, en realidad un puñado lo son realmente. Y no interactuaba ni con ellos, por lo menos no desde ese portal.

En Twitter la cosa no es muy distinta aunque hay una diferencia sustancial; de los “followers” que tengo, conozco nada más al 5%, es decir a 4. Los demás son una mar de desconocidos que me siguen, supongo, gracias al Blog. Alguna vez he intentado interactuar más allá de los agradecimientos a los comentarios que se refieren a lo que escribo, y salvo una honrosa excepción, nunca he obtenido una respuesta. Mierda. Soy tímida hasta en Twitter. Un bicho raro. Patética.

Pienso en todo esto mientras veo el nombre de Machín Patán en mi pantalla; me sumerjo en los portales de noticias y le dedico un buen rato a un par de reseñas del juego de ayer. Machín Patán sigue ahí. Conectado. Reviso estadísticas, porcentajes, promedios de bateo y veo de nuevo alguna jugada de ayer.

Se me acaba el tiempo de perder el tiempo. ¿Y si voy por un café? digo, ¿qué tal que cuando vuelva el Patán se desconectó y se me quita esta sensación cobarde, -de gallina con bolsa en la cabeza y hoyitos en los ojos-, de encima?



La imagen plumífera me horroriza aún más y sin pensarlo, hago click en su nombre, se abre una ventana y escribo:



Hola
Hola Guapa

Bien. Bien. Tu? Andas muy
ocupado estos días?

No mucho. Estoy preparando una junta,
que puedo hacer por ti?


Me pregunto si querrías tomarte una
chela conmigo…
hay algo que quiero platicarte.

claro. hoy? si quieres
después de mi junta, para festejar


qué tal el miércoles?

si quieres vamos a comer, te late?

me late. Nos buscamos el miércoles
en la mañana. Beso. Ciao.

Besos guapa






Lo logré. Claro, desde la trinchera electrónica.
Necesito pertrechos.
¿Cómo mierda le voy a decir que me quiero acostar con él?

miércoles, 1 de septiembre de 2010

El Siciliano



Entré a su habitación con cuidado, caminando sobre las puntas de los pies; confiaba en no despertar con mis pasos de gato estirado a los demás que dormían en las habitaciones contiguas.  Lo vi a los ojos, me esperaba. Estiró un brazo y me hizo lugar en esa cama estrecha. 

Nos habíamos besado durante toda la tarde, escondidos en una azotea que resultó estar a la vista de quien pasara; que yo estuviera ahora entre sus brazos era nada más la consecuencia del incendio que nos provocamos con las lenguas en danza, girando. Ya estaba ahí y no había vuelta de hoja. Retomamos el último de los besos justo donde lo habíamos dejado, mi boca puesta en la suya ávida, mordía, reconocía y exploraba esa otra lengua, el paladar, el labio de abajo.

Con las manos, me recorría los hombros y la espalda por debajo de la camiseta que esa noche usaba de pijama; desvísteme le pedí en un susurro y con los dedos me selló los labios advirtiéndome que podíamos despertar a alguien con nuestros gemidos.

Me gruñía en la oreja un par de promesas con su acento siciliano estrecho, parco y me mordisqueaba con alevosía la base del cuello. Ambas manos en mis pechos, como imanes, me apretaban y me lastimaban. De su boca salían como un rezo, una hilera de palabras cortas.

No le entendía nada pero me imaginaba todo.

Me hizo callar de nuevo, adusto y severo. Me condenó al silencio. Cada uno de mis gemidos se ahogaba dentro de mi pecho, la boca enrojecida de tanto clavarme los dientes. El dolor confundido con el deseo.
Se acomodó franco entre mis muslos y antes de esconder el rostro en mi sexo, me miró advirtiéndome de nuevo. ¡Stai zita!. Estaba tan cerca de mi que podía sentir su aliento acariciándome. Mi carne expuesta, inflamada y roja esperándolo.

Con la lengua muy despacio, inició un recorrido entre mis labios, separándolos apenas con un roce que de tan suave, me hizo perder la razón; una reacción en cadena. Levantó la cabeza para mirarme y sin emitir ruido alguno, con la respiración en pausa, lo miré , le tomé la cabeza con las manos, elevé la pelvis, abrí las piernas y lo acerqué  de nuevo hacia mi. Sigue, quiero más de tu lengua. ¿Dónde? Preguntó en silencio. Fammi vedere.

Sostuve su mirada, me mordí el labio ahogando un gemido. Mis dedos dibujando curvas despacio, pasaron por mis senos, me acariciaron el vientre y se detuvieron en mis ingles por un instante. Sus ojos siguiendo la línea de las   yemas de mis dedos dilatando y abriendo para él unos labios inflamados y enrojecidos. Moví un dedo lentamente hacia dentro y cuando lo saqué húmedo y salpicado, lo atrapó con su boca succionando muy despacio.

Su pulgar resbalaba firme sobre mi clítoris todo el tiempo, su lengua imantada en mi sexo, entraba y salía. Su dedo más largo dentro de mi, pegado a mi carne, resistiendo a los espasmos sin control de una tormenta de sal. Quise gritar y no pude. Sus dedos se cerraron en uno de mis pezones y me mordí con tanta fuerza el labio inferior que una gotita de sangre empezó a deslizarse  y se disolvió al paso de mi lengua. Le atrapé el rostro con los muslos y los mantuve firmes y cerrados con tanta fuerza que mis latidos se le adivinaban en las sienes. Me dolía todo y quería más.

Lo sentí respirar agitado y le escuché el pulso embravecido. Un largo gemido se me escapó por la boca.

Con la mirada ausente y las manos que me temblaban aún con violencia y sin control, agarré la tanga diminuta enredada en mi pantorrilla. Cinco pasos erráticos me llevaron de vuelta a mi habitación y me dejé caer sobre la almohada con la cara bañada en lágrimas. 

martes, 31 de agosto de 2010

Machín Patán: Cap ou pas cap? (a que no te atreves)


Decidí proponerle un acostón a Machín Patán. No se lo he planteado aún porque no sé muy bien cómo hacerlo y todavía tengo ciertas reservas.

¿Y si sale mal amante?

¿Y si coge fatal?

¿Y si me dice que no?

¿Y si se lo cuenta a todo el mundo?






-Maja, dile que te gusta y que te quieres acostar con él, así de simple.

-¿tu lo has hecho Güera? ¿Proponerle un acostón a alguien?

-no.

-…

-…

-no sé. A ver si me animo.