lunes, 11 de octubre de 2010

El Pibe: Martes (1)

El Pibe me abre la puerta luciendo su mejor  sonrisa, la más socarrona por cierto. Lanza chispas con los ojos y sin miedo a equivocarse exclama divertido: ¿Te he dicho que sos un bombonazo? Muy complacida lo sigo por el pasillo y avanzo hasta el sofá que está en frente de la tele; él se desvía a la cocina mientras yo acomodo mis cosas por ahí. Lo espero de pie y cuando está a mi alcance lo abrazo y le planto uno de esos besos aperitivo, como para abrir apetito.

Se separa de mi beso para sonreirme de nuevo. Me gusta abrazarlo de pie porque sólo tengo que inclinar un poco el cuello hacia atrás para que su boca y la mía coincidan en ese meridiano común. Delgado y ágil como un pez, su peso sobre mi cuerpo siempre me ha resultado delicioso. No tiene una altura imponente ni mucho menos,- me sobrepasa apenas por 10 cm- pero todo en él es una línea esbelta y graciosa, del cuello a los hombros, de los brazos muy largos a cada pierna larguirucha también; hasta su pija que es tan esbelta como todo en su cuerpo.

Nos separamos, nos sonreímos. Regresa a la cocina por la bebida que me ha ofrecido y desde ahí anuncia:

-¡Che Bombón! Te aviso. Tengo una junta a las 6:30, ¿eh?

Hijo de Puta. Ok. No es grave, siempre y cuando la cosa no pase de las bocas.  Pero quiero respingar porque me caga que me eche de sus brazos o sus besos a la mitad de la tarde, como si nada. Como si todo pudiese seguir sobre ruedas después de dejarle incendiado el cuerpo. Sobretodo hoy que abandoné el juego de beis por sus promesas todavía no cumplidas. ¡Bah! Con un poco de suerte,  podré salir de aquí antes de las las seis y evitarme esa hora de tráfico que representa una penitencia a quienes condenados estamos, a vivir en esta ciudad.

Nos sentamos en el suelo, arriba de un par de cojines, ocupando el único espacio disponible entre la mesa de centro y los pies del sofá. Me besa con la magia que lo distingue y sus manos avanzan por mi espalda para desabrocharme el brassier. Mierda, me digo, los hombre nunca entienden; les parece más graciosa la demostración de sus habilidades motrices finas, que la incomodidad que producen. Estoy a punto de decirle que no hay mujer sobre la tierra que disfrute tener el brassier desabrochado bajo la ropa… ¿Para qué? Me quedo callada, jalo los tirantes por las mangas y termino aventando mi bra lindísimo de encajes por ahí. Una gatita joven que no había visto, se lo lleva a un rincón.

Los besos se hacen más profundos y la intensidad de nuestras caricias también. Con mi cuerpo sobre el suyo, le paso la mano muy lentamente por encima de los jeans. Me gusta verlo excitado y mi boca se apodera de la suya en un beso sin tiempo. Me olvido del tráfico, del beis, pero no puedo pasar por alto la montaña de polvo que hay abajo del sofá y que mi mano encuentra por casualidad buscando un punto de apoyo. Señora bien y de mi casa, quisiera preguntarle por Felipa, la mujer que le ayuda con la limpieza, pero ni es mi casa ni es mi novio y me limito a pedirle con un poco de urgencia y muchas expectativas, que me lleve a su cama…

2 comentarios:

  1. P:
    Eso del polvo (guacala) es hombre soltero. Espero la 2a parte ...

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  2. algo tienen tus textos... el como uno está en otro lugar

    Vamos por la segunda mitad XD

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