lunes, 5 de noviembre de 2012

De la mesa 15 al Bengala (y 3)


        El antro está lleno, a reventar. Observo feliz como esta fiesta de mi mejor amiga es un éxito. Sonrío como tonta de lo pacheca que estoy. ¡Qué alivio! Hasta tolero que la gente baile animosa Dancing Queen de Abba entre las mesas, hecho que encontraría vergonzoso en estado sobrio. Jajaja ¡Qué atole, esto!

Por entre las mesas camina mi Maja dejando una lluvia de estrellas a su paso, porque luce realmente hermosa y yo la miro con el orgullo de los que llevamos en el corazón su amistad, como una prenda celosamente atesorada. No he platicado con ella en lo que va de la noche porque en su papel de anfitriona y festejada, recorre todo el lugar y salpica carcajadas a diestra y siniestra. Me uno al grupito de chicas que bailan y me topo con la sonrisa esperanzada de la traumatóloga que sigue sentada ahí donde la dejé; le sonrío también condescendiente, sin amagar siquiera un nuevo acercamiento.

La muñeca y su pareja siguen en el mismo lugar y observo a la alta y guapa productora de radio, departir con unos cuantos, en el lugar más alejado de la barra. Llego hasta las guapas de la boda y me presento de nuevo, la muñeca se ve tensa y después de decir dos tonterías me giro buscando resguardo. En la mesa no, porque ahí está la traumatóloga, así que decido ir a bailar de nuevo. La novia de mi Maja me detiene del brazo, la miro y le sonrío de nuevo. Cruzamos unas pocas palabras y a distancia prudencial. Me apuro a retirarme. Más vale.

Una hora más tarde, estoy sumida en cierto sopor y mucho aburrimiento; ya es tarde.  A mi lado una pareja de novios pelea y discute. Me horrorizo. La música ya no me late, el lugar es una nube de humo porque garantes de la impunidad, las autoridades de esta ciudad no inspeccionan los antros populares como este.

L-World ya no me parece tan atractivo. Es decir, sólo una de sus habitantes me provoca alguna sucia intención pero no hay nada que hacer. Más allá de las pocas frases que nos dijimos y algún suspiro velado, no puedo hacer nada al respecto. Hay razones muy poderosas que me detienen.

Inicio la graciosa retirada. Primero a las que tengo más cerca, entre ellas la traumatóloga a la que le estampo un beso sonoro en la mejilla. Otras dos bailan por ahí y como son viejas conocidas dejo que me abracen con fuerza y cachondería. Así se abraza en este mundo. Podría adivinarles la talla de bra solo por la fuerza con que me aprietan.

Rodeo la mesa larga hasta donde está mi Maja y en ese momento se escucha esa salsa deliciosa que canta: De un café pasamos al sofá, de un botón a todo lo demás. Antes de explicarle que ya tengo que irme, la alta y guapa productora de radio, me toma de las manos y me hace bailar con ella. ¡Qué suerte tengo de bailar esta rola por segunda vez en el día!. Soy muy torpe pero esta guapa lo pasa por alto. Sonríe y sonrío. Cantamos juntas los últimos compases de la canción y  de repente, ya no tengo ganas de irme.  Es tarde, la cordura me regresa a la cabeza y tengo que despedirme; a pesar de las botas que me añaden más de 12cm, intento de puntitas alcanzar la altura majestuosa de esta mujer y evidentemente no lo consigo. Le hago señas con las manos. Se inclina hacia mi, le busco la mejilla para besarla y en un movimiento que carece de sutileza se gira de más para estamparme un beso de las comisuras hacia dentro, a la mitad de la boca. En mis labios. En mi boca.

Me despego de su abrazo asustada, en total estado de shock, viendo estrellas y relámpagos; y mi espanto se convierte en pánico cuando descubro que tiene a mi Maja bien afianzada por los hombros, a su izquierda.

Bye Majita, digo veloz con ganas de correr, de esconderme o de desaparecer. Alguien en la barra detiene mi carrera, es la Riva que también me abraza al modo suyo, con mucha fuerza. Me aferro un ratito a su cuello en lo que intento descifrar lo que acaba de pasar.

Y es que muchas calles más adelante, cerca del barrio donde vivo no logro entender ese gesto, el beso que me ha dejado devastada. Y me digo en voz alta para que no solo parezca real sino fatal:

!Mierda! Me gusta la novia de mi mejor amiga.

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