lunes, 15 de noviembre de 2010

El Pibe: El Puente de las Fiestas Patrias.




Es viernes y estamos a la mitad de este Puente Patrio eterno al que no se le ve fin. Dichosos esos que escaparon de la ciudad y jubilosos los que nos quedamos en la espera de que esto termine algún día. Menos mal que El Majito, amante de la equidad decidió pasar la mitad de sus minivaciones con su padre. Antes de ello, yo he cumplido con la labor. El grito, trepados en una cabina telefónica en Coyoacán y el desfile con el sol cayendo a plomo sobre Reforma, encaramados en un puesto de periódico. No solo soy una madre permisiva sino entusiasta. Bien por mi, me digo, con un dejo lastimoso más que de orgullo.

El Pibe ha llamado toda la semana y yo termino cediendo, de nuevo. Sin tráfico el trayecto a su casa es una delicia. Me estaciono, bajo del auto. Toco el timbre y en segundos El Pibe está en la puerta radiante y feliz. Su mejor amiga está de visita y se ve nervioso porque la voy a conocer. Para el agrado de todos, nos caemos increíblemente bien. Platicamos de cuanto se nos ocurre; hasta de novios y amantes y cuando El Pibe no resiste más que lo ignoremos, me saca de su casa a la fuerza para invitarme al cine. Esta es una de esas raras ocasiones, en las que no habrá sexo. Lo cual, para variar, encuentro muy divertido.

Llegamos a tiempo al cine y encontramos buen lugar en  la sala que en minutos estará atiborrada. Viernes de Puente. El Pibe me ofrece alguna golosina y yo acepto un chocolate y una botella de agua. Me complace que se comporte como un caballerito conmigo, solícito y atento.

Cuando regresa trae en las manos palomitas y refresco. Para los dos. No, no es un caballero, es un tacaño. ¡Ja! Patán.

Con su mano atrapada entre mis muslos, comienza y termina la película. Mi mano apoyada sobre la suya. Más de 90 minutos de caricias y roces ligeros; un contacto físico, íntimo. El gesto de dos que se quieren.
Subimos al coche y antes de salir del estacionamiento me pide vernos mañana de nuevo, la amiga fantástica tomará un vuelo en la mañana, así que podríamos pasar la tarde juntos, como antes. Me invita a pasar la noche también. Parece que algún bicho exótico lo picó y parece que me contagió porque sin pensarlo demasiado y con alguna reserva, acepto.

Lo dejo enfrente de su edificio, me besa un rato antes de bajar del coche. Cuando me alejo todavía sonriendo, caigo en cuenta de que El Pibe es un Macho Aire (Géminis-Libra-Acuario) y que al lado de esa anotación- recuerdo-, también escribí en mi cuadernito: Unión de pareja, permanente.


Mis ojos miran al cielo para elevar la plegaria: ¡Dios mío, no! ¡El Pibe no! ¡Piedad.! 

3 comentarios:

  1. jajajajaja ame el final.

    Todos los hombres tienen sus pros y contras, últimamente les he encontrado muchos contras =S

    Qué te deparará el destino si es que éste existe???

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  2. HOLAAAAAA

    Y entonces????

    Te da miedo lo que pueda pasar????

    JAJAJAJA

    Y dicen que los hombres son los que huyennnnnnn

    UUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU

    BESOS

    STAROSTA
    (UN PRODUCTO DE TU IMAGINACION)

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  3. @Sof,
    Existirá? El destino, digo.

    @Starosta,
    Ya sabe que las mujeres somos histéricas.

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