miércoles, 17 de noviembre de 2010

El Pibe: Sexo a domicilio (2)



En su recámara hay una silla, metálica plegable, como de cantina. Lo hago sentarse en el borde del asiento, con la columna como una tabla inclinada hacia el respaldo. Mis manos se apoyan sobre sus hombros, mi pelvis encaja perfectamente en la parte más baja de su vientre y las puntas de mis pies se apoyan firmes en el suelo, de manera que puedo controlar el vaivén de mi cadera.

Mis rodillas apuntan hacia afuera, desafiando tendones y músculos. Y mi centro, la línea vertical que baja desde mi cielo hasta mi entraña, lo abraza con fuerza.

Me sostienen sus manos firmes puestas en la parte baja de mis nalgas. Me detienen de tanto en tanto. Llevamos un buen rato así, meciéndonos, respirándonos encima. Lo miro gemir y cabalgo al viento; hasta quedar sin respiro.

Me jala los rizos detrás de la nuca reclamando mis ojos ausentes en los suyos.

Quiero verte venir, dice. ¿Así?, respondo de muy lejos antes de desplomarme en su cuerpo que arde y se sacude, salvaje… 

Afuera nos sobra la tarde.

Quiero verte venir, le pido. Me recuesta en la cama, me monta, me complace.

3 comentarios:

  1. orales!!! lo sabía. Necesito una sillita de esas!!!

    Excelente post muy sugestivo...

    Abrazos

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  2. Gracias Sof.
    Incómodas para sentarse, optimas para un orgasmo. Ja! ; )

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  3. P:
    Donde las venden? quiero por lo menos dos, jajajaja.
    Dale un premio de mi parte.
    Sigue disfrutando.
    Saludos.

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